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Con preocupación vemos –ya como algo normal y cotidiano-, mayor número de suicidios, violencia intrafamiliar, actos agresivos, adicciones y gran inseguridad en un grupo poblacional, que el día de mañana será el guía de este país; me refiero a niños y jóvenes.

Desafortunadamente el amarillismo domina el escenario mediático, con pocas propuestas estructuradas, efectivas y eficientes y que ayuden a la comprensión madura y profesional del problema.

La gran cantera de genios creativos en potencia requiere ser impulsada y respaldada en los segundos hogares, las escuelas.

Sí, ese espacio físico “ad hoc”, dentro del cual se impulsa y moldea la academia, pero que de forma concomitante se ve amenazado por drogas y violencia física y verbal, entre muchos males, y que, a pesar de los mecanismos que existen para limitarlos o reducirlos, el inadecuado uso y el abuso de instancias del orden gubernamental y no gubernamental terminan por desvirtuar la razón de existir de dichas instituciones, erigiéndose como los “salvadores” del agresor, minimizando al agredido.

Y el comentario anterior aplica a salud, seguridad y otros rincones del cotidiano devenir social.
El maltrato es concebido como el conjunto de acciones y situaciones acaecidas en todo ámbito que afecta al individuo en su bienestar, desarrollo y personalidad, llámese consumo de enervantes, desequilibrio intrafamiliar o maltrato a menores, cual factores de riesgo.

Entre los individuales destacan el género, problemas de identidad y baja tolerancia a la frustración.
Otro fenómeno que abona de forma negativa el entorno planteado es tener que trabajar y estudiar, que paradójicamente favorece mucho el consumo de experimentación.

Entre los factores asociados a esta dualidad, se ha establecido que la probabilidad de la experimentación se asocia con ausentismo, deserción, bajo rendimiento académico y dificultad de relación con los pares.

Como podemos ver, esta compleja gama de factores interactúa de forma que aún necesita ser mejor comprendida.

Es preciso insistir en la factibilidad de construir desde la pedagogía, las ciencias de la salud y las ciencias sociales.

Por el momento hasta aquí mi comentario, que utilizo a manera de preámbulo para mi próxima entrega. El débil andamiaje planteado, sin acciones firmes y sin titubeos, ha sido causante de la gran cantidad de Peters, con capacidad limitada, dispersos y enraizados en puestos administrativos y que en sumadas ocasiones muerden la mano amiga. ¡Qué cosas vemos, señor don Simón, cuando atravesamos la franja geográfica allende este aún pacífico y tranquilo Yucatán!

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