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Una mentira es como una bola de nieve; cuanto más rueda, más grande se vuelve.- Martín Lutero

Si uno le preguntara a cualquier “ciudadano de a pie” qué opina del sistema jurídico-político mexicano, lo más probable es que tenga un concepto negativo y consideraría que todo lo que se hace desde las esferas gubernamentales es simulación y que detrás de todo está la corrupción.

Los mexicanos durante años hemos forjado un sistema jurídico-político con características peculiares. Quiero destacar dos de ellas: la desconfianza y la simulación. La primera es común denominador de nuestra vida social. Los mexicanos vamos por la vida desconfiando de todo. Cada uno defendiendo sus intereses y sus necesidades. El sistema jurídico recoge este sentimiento y lo plasma en casi todas las leyes.

El sistema de pesos y contrapesos tiene su razón de ser en desconfianzas de unos a otros. Primero porque no se conoce y después porque se conoce. Lo cierto es que en todas las ramas del derecho se desconfía por sistema. Quizá el político mexicano tradicional haya cooperando grandemente con este sistema.

Un compañero mexicano que intentaba realizar un doctorado en Inglaterra me platicaba que cuando fue a la biblioteca de la universidad a registrarse para poder sacar libros, la recepcionista solo le hizo jurar que no se los iba a robar y bastó para el registro.

Para ellos es más importante comprometerse con la divinidad que con otra razón. En nuestro país, le pedirían testigos o su INE para poder ubicarlo, porque es muy probable que intente el robo.

El otro elemento es la simulación. Muchos de los órganos del Estado mexicano realizan actividades solo para aparentar situaciones de hecho que le sirvan al derecho para su forma independientemente del fondo. Las consultas a los ciudadanos y a las organizaciones de “la sociedad civil” son una muestra de ello.

Se utilizan esas organizaciones para simular socialización de algún tema. Para darle un ropaje de participación ciudadana organizada. Se simula incluso con supuestas organizaciones de profesionistas que solo sirven para pretensiones grupales.

Es el México de la apariencia. La propia representación popular es un mito. Existen muy pocos representantes populares en nuestro país. ¿Algún ciudadano de buen juicio se siente bien representado?
Nicolás Maquiavelo, irónico de la filosofía política, plantea magistralmente el tema de la apariencia: “Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos”.

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