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Tendemos a pensar en el futuro aun cuando todas las reglas del bienestar cotidiano dicten que resulta menos agobiante pensar solamente en las veinticuatro horas que tenemos por delante. ¿Qué es entonces ese impulso incontrolable que tenemos por proyectar nuestra vida hacia lo que no llega todavía? Definitivamente, no es una tarea fácil vivir con la mente en el presente.

Aunado a esto, pareciera que no solamente miramos hacia el futuro, sino que también lo sufrimos. Es decir, damos por sentado que la visión que tenemos de las cosas que están por ocurrir años por delante son necesariamente malas. Se trata de un truco mental de mal gusto.
El poema que toca esta semana viene cargado de una nostalgia con advertencias e instrucciones claras. Su título es “Cuando estés vieja y gris y soñolienta” y fue escrito por el autor irlandés William Butler Yeats. Consideremos que un título así puede resultar un tanto desalentador, sin embargo advierto que encontraremos refugio en los versos que lo respaldan.

Yeats plantea sus versos como si fueran instrucciones cargadas de ritmo y de esa manera nos tiene en la palma de su mano. Se dirige a una figura femenina pidiéndole que, una vez que se encuentre vieja y gris y soñolienta, retome este poema y recuerde su propia mirada. Esa mirada que años atrás fue el espejo de otros ojos que tanto la amaron. Pudieron ser sus hijos, sus nietos o su esposo.

También le pide que recuerde su gracia y su belleza, como si esto pudiera traer alivio a un rostro que llevará las líneas de expresión que cultivó a lo largo de su vida. Miremos, lector, cómo el autor nos invita a que cuando determinado punto llegue y seamos quienes nos miremos al espejo, podamos ser amables con nosotros y recordemos cuánta luz irradiamos en un entonces, y cuánta más podemos proyectar con los ojos que aún se mantienen jóvenes.

Anhelemos un futuro donde nuestro cuerpo cuente historias de crecimiento, para que cuando estemos viejos y grises y soñolientos, sepamos reconocernos entre la piel y sonreír.

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