La puntita nada más

La corrupción tiene muchos rostros ¿debemos acostumbrarnos a ellas?

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Hace unas semanas un amigo me contó cómo le robaron. Llegó a la gasolinera a llenar su tanque casi vacío; de esas veces que un foquito en el tablero indica que es hora, para no correr el riesgo de quedarse varado a medio camino; así pues, solicitó: “Lleno, por favor”. Para su sorpresa, la pantalla de la bomba arrojó la cantidad de 55 litros. Con manual en mano le hizo saber al despachador que su automóvil sólo tenía capacidad para 50 litros, que le estaban birlando el equivalente a cinco litros, y pidió hablar con el encargado para exponerle la anomalía y aclarar el asunto. Ante los hechos, este último, perfectamente bien entrenado en estos menesteres, le informó que las bombas eran revisadas periódicamente por la autoridad competente, por lo que debía ser su automóvil el que estaba mal; que si estaba inconforme podía meter su queja en un buzón que tenían para ese fin o ir a la Profeco; pero que tenían que cobrarle los cinco litros en discusión.

“No lo denuncié ante la autoridad”, me comentó. “¿Para qué perder tiempo en un proceso lento y tortuoso? A veces es mejor aceptar estos pequeños embustes como parte de nuestra cotidianidad”.

El viernes, al visitar un importante recinto de oficinas gubernamentales, me llamó la atención ver automóviles de funcionarios públicos (supongo de alta jerarquía) estacionados en una zona donde expresamente estaba prohibido hacerlo; y por si fuera poco, con policías de tránsito sin hacer nada al respecto. Con el “smartphone” tomé una foto y se la envié a varios de mis contactos con la intención de enfatizar la ironía de que quienes son la autoridad, en muchos casos, son los primeros en obviar la ley. Un “jajaja” seguido de “los pequeños agandalles y ventajismos que conforman la realidad picaresca nacional”, me contestó uno.

Su atinada palabra me puso a pensar en la realidad picaresca de nuestro país donde los litros no son de a litro, a los kilos se les rasuran miligramos, cinco minutitos después de la hora pactada constituye llegar a tiempo, ahorrarse unos pasos estacionándose en un lugar prohibido es cosa de todos los días. En fin, un México en el cual pequeños detalles imperceptibles -perpetrados por todos- nos convierten a la vez en víctimas y victimarios.

¿Qué tan importantes son los pequeños detalles? Un atleta sabe que una centésima de segundo puede ser la diferencia entre la gloria o quedarse en la raya. En este sentido, corregimos pequeños detalles o, de lo contrario, quedaremos en la raya; desplumados, transados, engañados; como la novia que ante la minimización de su amado termina con un embarazo no deseado; o la mujer en el salón de belleza que pide le despunten el cabello y le cortan más de lo previsto.

¿La puntita nada más?

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