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Una sociedad tiene por su propia naturaleza una serie de cambios que van enraizándose a la cotidianidad. Por ello sin darnos cuenta dejamos de hacer unas cosas y empezamos a hacer otras.

Aquellas cosas que se dejan de hacer las olvidamos como por arte de magia y solo las recordamos cuando un hecho de características similares se presenta durante nuestras vivencias posteriores.

Es así como en nuestra noble ciudad de Mérida veíamos en el pasado algunos ve-hículos que se detenían bajo la sombra de un frondoso árbol que estuviera en las jardineras instaladas a las orillas de las arterias, eso lo veíamos como algo normal.

Ese hecho normal en el pasado probablemente no afectaba a muchos, al contrario por las características climatológicas generaba un beneficio.

Una situación de esa naturaleza vista hoy ya no es normal, además de estar fuera de lugar, pero ese hecho no tiene, por sus características, más efectos negativos que la incomodidad de los automovilistas.

Las cosas normales debemos entenderlas como aquellas realidades positivas, que, a pesar de no tener efectos por encima o por abajo del estado de derecho, probablemente alivian el estrés cotidiano de muchos.

Esas cosas normales son aquellas que conocemos como reglas sociales, que pueden ir desde un saludo hasta una sonrisa, que además de darle un aspecto de amabilidad a la convivencia generan condiciones favorables en toda persona.
Pero este análisis no solo podemos observarlo en esta parte de la conducta social, debe llamar la atención de todos que aquellas cosas normales que ya están teniendo efectos negativos en nuestra sociedad no se enraícen ni se queden a vivir entre nosotros, como sombras dañinas y que seguramente traerán efectos jurídicos para quienes las ejecuten.
Por ello no debemos ver como normal el hecho de cómo se incrementa la violencia en sus distintas representaciones, de cómo dejamos de tener los pequeños detalles de amabilidad y que parezca normal no ceder el paso y acabar no solo a gritos con nuestros iguales sino pasar hasta los golpes. No es normal empezar a ver cómo afectamos la dignidad de terceros, no es normal empezar a ver disputas por cosas que antes unían.
No permitamos que aquello que huele a maldad, sabe a delito y se siente incorrecto se convierta en la regla de la normalidad, olvidando que existen cosas positivas que antes eran normales y quedaron en el olvido.
Para la reflexión: ¿debemos permitir que lo negativo se acomode entre nosotros sin que le demos importancia hasta que se vuelva normal o hacemos que lo positivo se quede como lo normal ayudando a que no pierda terreno para lograr el bien para todos?

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