|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Complicado resultaría hablar de lo que sucederá y aún más de lo que queremos que suceda, pero es de interés compartir con ustedes una anécdota acontecida ayer y también recordar las condiciones en las que llegaremos a ese tiempo en caso de seguir por el camino por el que vamos.

La anécdota es que tuve oportunidad de escuchar a una niña de trece años de edad referirse al futuro en una frase, con total seguridad frente a un foro con representantes de 130 países: “¿Por qué nos ven como el futuro, si no tenemos un presente?”.

¿Qué tanta verdad podría llevar esa frase? Alguna vez nos hemos preguntado sobre lo que estamos construyendo o por lo menos ha navegado por nuestra mente una reflexión sobre lo que realmente queremos para el futuro, mínimo darnos cuenta que ese tiempo no será por mucho para nosotros.

Si así es no es complicado entender que lo que se está diciendo es que entre más edad menos futuro, por eso hablar del futuro siempre será complejo, pero entonces cuánta verdad llevará la frase de esa niña.

Hablemos del presente, un presente dominado por la tecnología, pero ella misma se ha quedado sin reglas, sin límites pero sobre todo sin orden, si la tecnología controla nuestras vidas y controla la mayoría de las actividades humanas, podríamos decir que nuestros “millenians” tendrán un buen futuro y nuestros niños sí tienen un presente.

Entonces ¿a qué se refería esa niña?

Hoy pasamos nuestros tiempos libres con nuestros niños, hablamos con ellos con total atención, jugamos con ellos al aire libre, les transmitimos amor, convivimos en parques, jardines o áreas verdes, nos ocupamos de sus necesidades, sobre todo las emocionales, sabemos cuáles son sus sueños, sabemos lo que les gusta y todo ello por que nos damos y les damos la oportunidad de socializar para tener vivencias permanentes.

Entonces pasemos a recordar el camino por el que vamos, ese en el que por lo menos estamos 12 horas fuera de casa consiguiendo el sustento, en el que llegamos agotados sin querer hacer nada, cargando los problemas laborales del día, la frustración de lo que nos salió mal, el disgusto de los pequeños accidentes acontecidos.

Parece que la niña se equivoca al decir que no hay presente, cuando el camino por el que nosotros vamos es nuestro presente y no el de ellos. ¿Será que los niños no quieren vivir nuestros presentes o que ese presente sólo es de nosotros y no les afecta? París, Francia.

Lo más leído

skeleton





skeleton