Todos son bienvenidos, pero…

Todos son bienvenidos a Yucatán, aquellos que buscan un lugar tranquilo para pasar su jubilación, los últimos días de su existencia.

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Todos son bienvenidos a Yucatán, aquellos que buscan un lugar tranquilo para pasar su jubilación, los últimos días de su existencia; aquellos cuyos hijos apenas son pequeños y desean poder llevarlos a los parques para correr y usar los juegos; aquellos a los que el frío los aleja de su familia buscando nuestro clima apasionado y cálido; los que buscan oportunidades de emprender un negocio, expandirse o simplemente hallar un trabajo remunerado; aquellos que han sufrido violencia física, emocional o económica y huyen de las grandes urbes que les han quitado la paz.

Repito, todos son bienvenidos, los yucas le llamamos a todo mexicano después de Campeche fuereño o chilango, así somos los yucatecos, aunque para ser sincera en el grueso de la población muchas veces los recién llegados no son nuestras personas favoritas, por la fama que ya se cargan, pero a pesar de eso siempre los hemos visto y recibido con los brazos abiertos; antes eran los chilangos (los que venían del Distrito Federal, actualmente Ciudad de México), ahora existen nuevos residentes en Yucatán de todas las partes de la República y del extranjero.

Con esa ola de nuevos vecinos han llegado algunas cosas positivas: su gastronomía, como los sopes, carnitas, su comida china (que los yucatecos preparan en la actualidad) y un sinfín de empleos en los que el yucateco es el capital humano de esos nuevos éxitos. Pero de nosotros depende mucho que nuestros usos y costumbres se mantengan y que contagiemos a los “nuevos” de la amabilidad, generosidad y transparencia que distingue a nuestra “República de Yucatán”. Ser personas más activas en las tareas que nos conciernen permite que la autoridad o nuestros gobernantes no estén solos, pensando por nosotros (a causa de nuestra apatía) y tomando decisiones que afectan a nuestra tranquilidad, seguridad y economía familiar.

A los nuevos vecinos, les pedimos que se permitan conocer nuestros usos y costumbres que, admito, no son perfectos ni mucho menos comunes, eviten transmitir el terror y el miedo que han podido ver en otros lados del país o del mundo. El respeto y la participación son el mejor escudo que podemos tener para poder continuar con nuestra Ciudad Blanca, y poder vivir en un Yucatán en paz.

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