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Las redes sociales y los medios en general han estado dando cuenta de numerosos actos violentos que se han estado cometiendo en nuestro entorno y fuera de él.

Por mencionar solo algunos, podemos citar el caso de “Lady pib” que ocupó múltiples espacios por burlarse de uno de los platillos favoritos de los yucatecos y que a su vez recibió múltiples ataques que la obligaron a cerrar sus cuentas en las redes sociales; otro caso que nos ha conmocionado como sociedad ha sido la brutal paliza que le propinó un joven karateka a su novia y donde se ha pedido sea castigado con todo el peso de la ley, y ni qué decir de los casos recientes de feminicidios como el de la pequeña de Tahdziú.

Estos y otros más son la punta del iceberg que dejan ver los episodios de violencia enraizados en la sociedad; sin embargo, las causas que los originan son más profundas.

¿Cómo abatir la violencia? Cuando vemos a nuestro alrededor que hay feminicidios, homicidios, trata de personas, abortos, bullying y tantas otras caras de la misma problemática no podemos menos que voltear a ver a la familia, porque aunque nuestro primer impulso sea echarle la culpa al Estado de cuanto nos suceda, la realidad es que en el núcleo familiar es donde uno aprende las leyes de convivencia pacífica, los valores que nos enaltecerán o los antivalores que nos avergonzarán.

Es verdad que como país tenemos problemáticas complejas que tienen que ver con pobreza, servicios de salud ineficientes o poco accesibles, educación de bajo nivel, pocas oportunidades de empleo bien remunerado, discriminación, etc., pero ello no justifica de ningún modo asumir una actitud violenta con los que nos rodean.

¡Es urgente apoyar y reestructurar el tejido familiar!, debemos hacer sinergia sociedad, academia y gobierno para ayudar en la formación de las familias con temas de desarrollo humano que enseñen valores, que empoderen a las personas pero del dominio de uno mismo y que sepan manejar positivamente sus emociones.

Padres de familia, ante nosotros tenemos un gran reto: cómo educar a nuestros hijos para que no sean víctimas de nadie y mucho menos victimarios.

Si queremos una sociedad participativa, solidaria y más humana tenemos que empezar a cultivar en casa estos valores, transmitiendo y testimoniando el amor, la responsabilidad, la fidelidad, la lealtad, la disciplina, la justicia, la honestidad, la paciencia, la prudencia, la alegría y el optimismo, la subsidiariedad, la perseverancia, el respeto, la entrega, el amor al trabajo y un largo etcétera de herramientas que serán un baluarte para la vida y para nuestra sociedad.

¿Qué podemos hacer desde nuestra trinchera para evitar que la violencia se siga propagando? Es necesario analizar nuestras acciones: ¿cómo reaccionamos frente a las diversas situaciones que se nos presentan?, ¿qué les enseñamos a nuestros hijos?, ¿participamos en nuestra sociedad ayudando en alguna forma a otros?, ¿somos cariñosos con los que amamos?

Tenemos que empezar por uno mismo, erradicando las acciones violentas que podamos tener, pidiendo ayuda a especialistas cuando solos no podemos, y si vemos en otros actitudes negativas, tratar de ofrecer ayuda para cambiar dicha conducta.

En nuestra familia no pueden faltar dos ingredientes para abatir la violencia: amor y perdón.

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