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No hemos sido pocos los que hemos criticado el largo lapso de 5 meses que va del día de las elecciones presidenciales a la toma de posesión del nuevo mandatario: el interregno, caracterizado por la ausencia de un presidente con plenas facultades, pues las que conserva el que se va parecen insuficientes para tomar decisiones importantes y el que viene aún no puede ejercer completamente su poder, porque no puede echar mano del presupuesto.

Nada mejor que el proceso de transición actual para aquilatar su utilidad que, encima de los argumentos legales sobre la resolución de las impugnaciones de los perdedores, tiene que ver más, en mi opinión, con el concepto medieval de “velar armas”, que obligaba a los que aspiraban a ser caballeros a pasar una noche en vela, sin quitar la vista de las armas, reflexionando sobre su misión, lo que constituía una especie de preparación.

Dada la ferocidad con que se libran las campañas electorales, es indispensable hacer un alto para separarlas del ejercicio del poder; impedir que sea la inercia, el encono y la polarización los que guíen los actos de gobierno, así como para transigir con la realidad, es decir analizar qué tan viables resultan las propuestas de campaña, cuáles agravarían los problemas en lugar de solucionarlos y también para calcular para qué da el presupuesto.

Y hemos constatado que, entre la clase política triunfante, Andrés Manuel López Obrador resulta el que mejor comprende la necesidad de sosegar los ánimos, escuchar todos los puntos de vista sobre los problemas y las soluciones que se ventilan y establecer un orden de prioridades para avanzar, considerando las limitaciones presupuestales.
De ahí la importancia de su intervención para evitar que el ambiente de crispación sea el que domine en los cuerpos legislativos, lo mismo que para brindar certeza económica a los inversionistas. Lo que lo ha llevado a tener que matizar sus propuestas y en algunos casos a modificarlas de plano, como su decisión de mantener al Ejército y la Marina Armada en apoyo al combate al crimen organizado.

En contra de los que lo critican acusándolo de incumplimiento de su oferta electoral, por palomear las políticas y medidas del gobierno actual, su régimen fiscal por ejemplo, del que ofreció no modificar la estructura impositiva, me parece que se debe reconocer la sensatez con que ha abordado su tarea de gobierno, lo que lo aleja de abrazar soluciones esquemáticas, cosméticas o meramente propagandísticas. Ello apunta a favor de la eficiencia de su próximo gobierno.

Es en estas circunstancias, cuando el interregno resulta un tiempo de preparación para ejercer el poder, que está siendo bien aprovechado.

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