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Hace un par de años, caminando por el centro de la ciudad, para ser más exactos muy cerca del mercado municipal, una imagen atrajo poderosamente mi atención y me hizo pensar y analizar que los pretextos sobran cuando se trata de estudiar y salir adelante. En la imagen se aprecia a una niña con su uniforme escolar, sentada sobre un huacal leyendo un libro de texto para hacer la tarea; eso me hizo pensar que debe existir mucho más detrás de esa conmovedora estampa y, efectivamente, semanas más tarde llegué al mismo punto, solo que un poco más temprano, y me percaté de la historia de trabajo constante de toda una familia que lucha para superarse día tras día, y todo es gracias al ejemplo de la abuela Rosalía Ucán, quien vende frutas y verduras de temporada para sacar para el sustento familiar, además durante parte de la mañana cuida a su hijo que vive con discapacidad y por las tardes sus dos nietos la acompañan mientras termina su venta.

Allá mismo los pequeños han aprendido la importancia de trabajar, pero sobre todo el valor de conseguir el dinero, por eso les enseñó a vender, para que en un futuro tengan las tablas para salir adelante, eso sí, sin descuidar la escuela; por eso destinan un momento de la tarde para cumplir las responsabilidades escolares; sin importar la multitud de gente que se encuentre a su alrededor, ellos se tienen que concentrar en las tareas. Esta es una imagen que, si vas al corazón de la ciudad, puede ser común y refleja una de las características que considero son de las más evidentes del yucateco: la perseverancia, algo que pareciera que a muchos se les olvida, pero que sin ella es muy difícil alcanzar las metas.

Muchas veces no apreciamos lo que tenemos, los recursos que están a nuestro alcance, el apoyo o hasta la circunstancia en la que nos encontramos; no esperemos a que no estén para que lo hagamos, disfrutemos cada instante sin pensar mucho en los “peros” y más en los “lo haré” y verás cómo las cosas cambian de color.

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