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Qué palabra tan cargada de agresión, de daño, incluso de dolor, pero de permanente vínculo con la conducta humana.
Parecerá aberrante hablar de un término tan cargado de cosas negativas, pero la vida cotidiana obliga a análisis y reflexión.

No cabe duda que la vida cotidiana tiene encuentros y desencuentros con esta actividad conductiva y eminentemente humana.
El supuesto uso de la razón pareciera que llegó para acabar con la práctica humana de la malicia, pero qué lejos estamos de ello cuando la sobrevivencia social obliga a su práctica cotidiana.

Esto lo noto más en las cosas comunes de todos los días; ejemplo de ello es aquella maniobra temeraria que hace un conductor para, con toda malicia, ganarte el paso en una angosta calle.

Otros casos los notamos cuando, en un convivio de “amigos”, surge un comentario desagradable sobre alguna situación que pretendemos dejar en el olvido; aparece para que logremos, en apariencia, divertirnos de los sucesos acontecidos a costillas de terceros.

Pero eso no termina allí, la malicia en el ámbito jurídico tiene consecuencias que contribuyen a la configuración hipotética de un delito, para lo cual las tres reglas básicas de premeditación, alevosía y ventaja hacen lo propio para obligar la ejecución de la justicia.
Pero, ante estos parámetros, los individuos integrantes de la sociedad se entrampan muchas veces en una incógnita.

La pregunta permanente por principio de cuentas es hacer o no hacer las cosas con malicia, todo ello a primera vista y sin afectar a terceros, con la finalidad de beneficiarse de una situación, de un acto o del resultado de un hecho.

Pero esta discusión interna, misma que se dice se da en el ámbito del libre albedrío, viene a derrotar y llevar a la loba al uso de la razón.

Si esto no fuera así, el triunfo de la verdad permitiría que la justicia no estuviera en el lado negativo de la percepción humana.

Sin duda este debate conductual podría perseguir al ser humano el resto de sus días.
Esta persecución encuentra razón en la justificación individual que cada persona da a sus actos y conductas, pensando en que el actuar con malicia que se decide ejecutar sólo tendrá efectos paliativos en su persona, mas nunca en terceras personas.

Entonces, si la malicia nos perseguirá por el resto de nuestros días, la reflexión sería saber qué tanto bien es conocerla para combatirla.
¿Continuamos aprendiendo acerca de ella y sus efectos o simplemente pretenderemos maliciosamente hacer como que no existe? 

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