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El ser humano a través de la civilización ha logrado expandir sus límites en un sinnúmero de aspectos; nuestro mundo se encuentra lleno del espíritu de la cita latina “Citius, altius, fortius”, pronunciada por el barón Pierre de Coubertin en los primeros Juegos Olímpicos de la historia moderna en Grecia, en donde nos impulsaba: ¡Más rápido, más alto, más fuerte!, y es precisamente así como la vida de todos nosotros se desarrolla en la actualidad, extendiéndose cada vez más velozmente sobre las fronteras conocidas.

Durante la edad media la esperanza de vida llegaba a lo sumo a los 45 años, en México en los años 70 era ya alrededor de los 61 años y en 2014 cercana a los 75. Es así como el ser humano aparentemente cada vez logra más y ha estado aumentando consistentemente los años que tiene posibilidad de vivir. Interesante es reflexionar sobre si estamos logrando en verdad unas mejores vidas o simplemente le añadimos cada vez más calendarios a nuestro paso por este mundo.

En otras épocas, para trasladarnos había que caminar y la posibilidad de ir de un sitio a otro se encontraba determinada por nuestra resistencia física, la salud y la edad; posteriormente utilizamos diversos animales para hacerlo y así lográbamos avanzar mayores distancias y en menor tiempo; llegamos a la era del motor de combustión interna y logramos rápidamente hacerlos cada vez más eficientes, desarrollar mayores velocidades e ir a distancias y con una rapidez que jamás soñaron nuestros antepasados. Pareciera que nada nos detiene y la pregunta es: ¿nada nos detiene para qué?, ¿hacia dónde vamos y qué esperamos lograr?

En la antigüedad nuestra necesidad de alimentarnos demandaba que la casi totalidad de la población se dedicara al cultivo de la tierra, al pastoreo, la caza y la pesca. El descomunal desarrollo tecnológico ha roto los grilletes que aprisionaban al ser humano al campo, tan solo en Estados Unidos menos de un 3% de la población se dedica a las labores agrícolas y son capaces de producir suficiente alimento para más de 300 millones de personas y exportar inmensas cantidades, pero producción no significa distribución y menos justicia; miles de toneladas de comida se desperdician por no satisfacer los valores estéticos del mercado o simplemente por no poder venderse a precios atractivos para el productor.

Estamos expandiendo los límites, con comunicaciones cada vez más eficientes y rápidas, medicinas que solucionan problemas de salud antes imposibles de remediar, aumentos en la producción de todo tipo de satisfactores, enormes incrementos en la disponibilidad de ropa, artículos electrodomésticos, escuelas, hospitales, vías de comunicación, diversiones, viajes de placer, música, películas y miles de cosas más; la gran pregunta es si ese enorme caudal de cosas a nuestro alcance ha contribuido a que seamos más felices.

Indudablemente contamos con más satisfactores que nuestros paisanos de hace 50 años y con muchos más recursos que los que pudo soñar nunca alguien del medioevo, pero ¿esto nos ha hecho más felices?, ¿realmente creemos que lo somos y nos sentimos mejor que alguien que vivió en los años setenta?, ¿podemos asegurar que vemos la vida con mayor optimismo y alegría que una persona de la edad media?
La verdad es que el avance de nuestra civilización no puede garantizarnos nada de esto, vamos expandiendo aceleradamente nuestra posibilidades ¿para lograr qué?, ¿para vivir más tiempo o vivir mejor?, ¿disponer de más alimentos o volvernos caprichosos en el comer y adictos a la comida?, ¿trasladarnos más rápidamente a toda clase de lugares pero sin llegar a comunicar lo que soy, mis esperanzas y sueños a las demás personas?

El contar con más recursos no nos garantiza vivir mejor; si bien los recursos materiales nos pueden brindar un mejor nivel de vida, para vivir mejor se requiere algo más que eso, hay que combinar nuestros recursos materiales con los recursos internos, mentales, psicológicos y espirituales. Somos cuerpo y alma y es en la adecuada atención a esta dualidad que lograremos vivir mejor. Las aves requieren de sus dos alas para volar, de la misma forma el ser humano requiere de la atención de sus dos realidades, la material y la espiritual, para vivir una mejor vida.

Más no siempre significa mejor, de nada nos sirve ir más rápido, más alto y más fuerte si no sabemos hacia dónde nos dirigimos.

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