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Los queridos de los viernes, plácidamente, beben sus espressos dobles, servidos, por supuesto, en tazas de porcelana china, de las dinastías de Shang y Zhou.

Leen en su hemeroteca particular ejemplares viejos de revistas españolas, y encuentran en “Historia y Vida” (para los interesados, número 512 de noviembre de 2010), una nota destacada: “Lo que realmente molestaba a Cánovas”.

La columna Viernes Cultural, como notario, molesto por la reforma a su ley, aprobada a última hora por los legisladores del patio, lee en alta voz:

“Antonio Cánovas del Castillo, presidente del Consejo de Ministros de España durante la mayor parte del siglo XIX, fue un auténtico galán.

“Un día, unas cortesanas le pidieron por enésima vez un favor al tiempo que se disculpaban por ello:
- “¡Ay, don Antonio! Debe usted de estar harto de nosotras, porque no hacemos más que pedirle cosas”.

“El político conservador les matizó:

- “Señoras, a mí las mujeres no me molestan por lo que me piden, sino por lo que me niegan”.

¡Bravo! ¡Olé! ¡Rediez! ¡Coño!, exclama, casi alocado, el también prócer de los viernes, y creyéndose galán, dice que a él también le molesta lo que le molesta a Cánovas.

Al escucharlo, la columna Viernes Cultural emite una sonora, ruidosa, vibrante trompetilla, y le grita:

- “¡Fachendoso!”.
De nada… Saludos… 

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