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Como buen yucateco, decidí pasar el fin de semana disfrutando de las hermosas playas que tiene nuestro estado, incluso hice mi itinerario siguiendo aquellas cosas que desde pequeño nos inculcan, tales como llegar temprano para buscar una buena sombra y ubicar dónde venden pescado frito, entre otros detalles que como habitantes de Yucatán no debemos dejar pasar cada vez que vamos a la playa a mitigar el calor; bueno aunque ahora solo es imaginar que no hay calor.

En esta ocasión no quise alejarme tanto, así que como primer y único punto del día el destino sería Chelem, que, para quien no lo conoce, se ubica a tan solo 50 minutos de Mérida y es una comisaría del municipio de Progreso.

Como les cuento, llegué temprano para poder estacionar cerca del mar y lo conseguí, ubiqué en donde venden el pescado frito para cuando la tripa chillara y pues también ubiqué dónde encontraría una buena sombra; hasta ese momento todo bien.

Ya instalado me acerqué al mar y la sorpresa que me llevé fue que el agua se encontraba con un color que alegraba mis pupilas, un azul combinado con turquesa que muy pocas veces había visto, por lo menos en Yucatán; no había sargazo, no había olas, en realidad parecía una isla, sin duda algo que tenía que presumir en mis redes sociales. En verdad nunca me imaginé ver así las playas de mi Yucatán, y escribo sobre ello porque en muchas ocasiones decidimos invertir fuertes cantidades de dinero para visitar hoteles impresionantes, llenos de comida y también las playas de nuestro vecino estado de Quintana Roo, tales como Tulum, Cancún, Isla Mujeres, entre otras, teniendo maravillas a escasos minutos de nosotros que hoy día no le piden nada a otras playas; incluso actualmente muchos, si no es que la mayoría de los destinos de playa de Quintana Roo, están pasando severos problemas con la invasión del sargazo que, a pesar de ser un proceso natural, ha afectado la imagen del Caribe mexicano e incluso ha hecho que la actividad turística disminuya.

En fin, ver las cristalinas aguas de mi Yucatán me invitó a reflexionar y valorar lo que tenemos, lo que es nuestro y que claro lo tenemos que cuidar; está en nosotros mantener limpias nuestras áreas naturales para que de esa manera nuestras próximas generaciones puedan gozar de lo que hoy nosotros presumimos al mundo entero.

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