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El agotamiento virtual se ha hecho presente. Cada vez son más las personas que, conscientes de que su adicción a las redes les hace más mal que bien, deciden abandonarlas por varios meses, años, o incluso para siempre.

Estudios han revelado que desde que comenzó el  auge de las redes sociales, los casos de depresión se han agudizado. Quienes padecen problemas emocionales, empeoran sus síntomas con las visitas constantes a dichos sitios. Y no hablemos de la relación entre cosas como el cyberacoso y los suicidios en adolescentes.

Lo cierto es que las mentes maestras detrás de Facebook, Twitter, Snapchat y similares, han hecho un destacado trabajo en encontrar los métodos que disparan los mecanismos cerebrales de la adicción.

Vivir al pendiente de cuántos “likes” tuvimos, y pensar todo el tiempo qué comentario o qué foto subiremos, es un síntoma claro de que la necesidad de validación social ha tomado el control sobre nuestras decisiones, a la vez que genera enormes ganancias a los propietarios de esas plataformas.

Según comentó la directora de marketing de Facebook en un discurso, el joven promedio revisa su móvil 157 veces al día. Una mina de oro.

Facebook, radicalizando

Hace unos días, en su columna en El Universal, León Krauze recordaba una entrevista que realizó a David Simas, director de política de Barack Obama. Esta entrevista fue realizada hace cuatro años, mucho antes que Trump siquiera figurara en el paisaje político. Simas expresó que su mayor preocupación eran las redes sociales, en particular Facebook, por la manera en que su algoritmo radicaliza a la gente y  fomenta la intolerancia, al mostrar a los usuarios opiniones que solamente refuerzan sus propias creencias, sin dar lugar a la apertura hacia otros puntos de vista.

Éste es probablemente el lado más oscuro de las redes: el daño que hacen al tejido social, cuando crean burbujas ideológicas que polarizan y además difunden mentiras. El único modo de evitar esto es no creerse todo lo que ahí se muestra, e investigar por cuenta propia en otras fuentes más confiables. Además, “asomarse del otro lado de la barda” es importante y saludable. Conocer qué piensan y argumentan los que opinan distinto a nosotros.

Por desgracia, es un ejercicio que demanda tiempo y esfuerzo, y que pocos están dispuestos a llevar a cabo.

Las redes son lo que hacemos de ellas

Hay quienes han sido engullidos por las redes sociales a tal punto, que sienten que deben abandonarlas por completo para restablecer el orden en su vida y sus prioridades.

Pero abandonar las redes para siempre, en especial para quienes las usan como parte de su trabajo, puede ser una idea incoveniente.

Es innegable que las redes hoy en día tienen una utilidad de marketing esencial para las marcas y las personas que buscan desarrollar su branding. Por fortuna, las decisiones radicales no son la única opción.

Podemos establecer horarios limitados para verlas, asignar días libres de internet, planear paseos familiares de fin de semana dejando los celulares en casa. El objetivo es reconectar con nosotros mismos, con nuestra familia y amigos en la vida real, como lo hacíamos antes.

Nos ayudará a sentirnos mejor, renovados, y a poner las cosas en perspectiva. Al final del día, las redes son lo que hacemos de ellas.

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