Estado: de la ineficacia a la capitulación

No faltarán quienes desde algún partido político exijan para ellos comprensión porque están 'justamente irritados'.

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A la ineficacia del Estado para combatir la inseguridad, atacar la corrupción e impedir la impunidad, se suman ahora peligrosos signos de su capitulación.

Ante este sometimiento del Estado, encapuchados o no, individuos dañan edificios públicos, incendian autobuses y vehículos particulares, secuestran instalaciones universitarias, asaltan comercios, exigen “cuotas voluntarias” para transitar en carreteras, etc. 

Estos transgresores saben que no se les aplicará sanción alguna. El Estado no se mete con ellos; les teme. Saben que en caso de alguna esporádica detención saldrán libres; basta que se declaren acosados o reprimidos. En algunos casos, lograrán paralizar universidades y escuelas y hasta obtendrán que la autoridad instale, con ellos y sus condiciones, eternas mesas de diálogo. 

Es así como en la capitulación estatal la democracia, que debiera generalmente responder a la mayoría, termina convertida en rehén o esclava de una minoría díscola. En el colmo, no faltarán quienes desde algún partido político o desde una “organización de la sociedad” –ingenua e imbécilmente– exijan para ellos comprensión porque están “justamente irritados”. Las instituciones estatales no aplicarán la ley a quienes delinquen con el falso argumento de que lo hacen por prudencia. 

Un Estado en rendición que no aplica la ley provoca que se piense que no hay más justicia que la que se hace por propia mano. Así el Estado promotor de paz se convierte en generador de violencia. Deja de ser custodio de bien común y se convierte en esclavo de intereses particulares. Provoca que los que protestan pacíficamente, al descubrir la eficacia e impunidad del método de los violentos,  los imiten. 

Recordemos que para mal de los ciudadanos –sobre todo de los más pobres- en ausencia de Estado y de ley manda el billete, la pistola, el músculo. ¡No a la represión, pero tampoco a la capitulación del Estado!

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