La palabra es “feminista”, no “feminazi”

A menudo el término “feminazi” es usado para desprestigiar a las feministas...

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A menudo el término “feminazi” es usado para desprestigiar a las feministas. Es un calificativo peyorativo que leo con frecuencia en redes sociales y está en boca de más de un adolescente, como pude comprobar en mis días de docente de secundaria. Al utilizar este vocablo reducimos el feminismo a un movimiento homogéneo y fundamentalista, del mismo modo que tergiversamos el sentido de su lucha que es el lograr una sociedad más equitativa entre mujeres y hombres. Equívoco es decir que el feminismo aspira a estar por encima del hombre. Mientras que las activistas son vistas como arrogantes por algunos, entre sus críticas también está la construcción de las masculinidades, ese deber ser de un hombre cuando es padre, esposo, adulto joven.

Más irresponsable que triste resulta que sean mujeres las que afirmen estas descalificaciones fuera del contexto del movimiento. Echan tierra sobre lo que las feministas vieron como logros y ellas gozan como derechos. Votar, trabajar en puestos directivos y emprender negocios, elegir métodos anticonceptivos y disfrutar su sexualidad son aspectos del estilo de vida de una mujer que resultarían impensables sin los antecedentes de las luchas feministas.

El desconocimiento de la historia de las mujeres es tal que, en ocasiones, no se recuerda que las conductas de figuras reconocidas, como Sor Juana Inés de la Cruz y Elvia Carrillo Puerto, parecieron desafiantes para la sociedad en la que vivieron. La incomodidad que causaron estas luchadoras quedó en el olvido y tuvo como consecuencia el fortalecimiento de prejuicios, como que las feministas de antes eran mejor portadas y las que hoy se manifiestan en la vía pública son altamente molestosas.

Es debido a esta desinformación –extendida entre los más jóvenes– que el teatro documental es una estrategia didáctica que favorece la concientización en el tema de derechos humanos. La puesta en escena de “El siglo de las mujeres”, dirigida por Raquel Araujo, ya se ha presentado en escuelas y universidades. En esta obra interdisciplinaria Felipa Poot, Consuelo Zavala, Rita Cetina y otras partícipes de la historia del feminismo en México son representadas, entre el parafraseo de documentos y la proyección de videos, por las actrices Silvia Kater y Liliana Hesant.

Felipa, amenazada de muerte y con la escopeta al hombro, dirigió los movimientos de los pobladores Kinchil, Yucatán, quienes querían mejorar las condiciones laborales en que los hacendados los tenían y llegaron a crear una cooperativa de carboneros. Es inevitable pensar que Felipa habría sido tachada de radical, una presencia incómoda cuyas causas serían ignoradas para reducirla a “feminazi”.

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