La tiranía de lo políticamente correcto

Hoy en día todo está mal visto. Cada palabra, broma, performance, vestuario, opinión, peinado, todo, ofende a alguien...

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Hoy en día todo está mal visto. Cada palabra, broma, performance, vestuario, opinión, peinado, todo, ofende a alguien. La tiranía de lo políticamente correcto ha rebasado los límites de lo saludable, y ha incluso contribuido a terribles realidades, como tener a un oscuro y timador personaje al frente del país más poderoso del mundo.

Asimismo, toda opinión es sujeta a malinterpretación y los tiranos de la corrección política, probablemente con un espíritu más inclinado al troleo que a las buenas maneras que presumen defender, hacen uso de su voz en las redes sociales para sacudir el panal, enajenar conciencias (e inconciencias) y al final, solo generan animadversión, división y más hostilidad, en un ambiente ya de por sí cargado de negatividad constante.

Creo que un ejercicio saludable para poder balancear y corregir el rumbo de este barco haciendo agua, es juzgar con la vara de la intención.

No podemos poner en la misma canasta a los que, por ejemplo, caen en la tan criticada apropiación cultural por admiración a un grupo social, que los que navegan con bandera de incluyentes, pero en realidad son racistas.

No podemos juzgar igual a quien usa un término peyorativo por ignorancia, que a quien lo hace por odio o desprecio. A quien cae en apropiación cultural vistiendo como geisha en un show (Katy Perry) por admiración a su estilismo, que a quien canta rap pero discrimina a los afroamericanos. A quien dice un piropo sobre una mujer con la mejor de las intenciones (Steve Martin sobre Carrie Fisher), que a quien usa los halagos como forma de acoso.

En esos casos, para combatir el peligro cultural de expresiones ofensivas, debemos partir de la educación, de la información, y hacerles saber a los “infractores” por accidente, el significado y las consecuencias de sus palabras y actos, sin caer en agresiones.

Educación cívica en escuelas, y en la familia, pero también podemos impulsarla en los medios de entretenimiento, que aunque algunos se laven las manos, y en cierta forma tienen razón, al decir que no es obligación de las celebridades educar a la juventud, sí es innegable su enorme influencia en la cultura. Películas, series y canciones, moldean, influyen y direccionan el pensamiento colectivo.

Así que dado que no podemos, ni debemos, prohibir temáticas, por muy nocivas que sean -como las narcoseries o la misoginia en el reggaetón-, porque caeríamos en censura y las consecuencias serían aún peores que el problema, sí podríamos y deberíamos equilibrar la balanza con una avalancha  de producciones opuestas, positivas, que diviertan pero que empoderen, que entretengan pero que alegren, que motiven, que enseñen y enaltezcan valores.

Y para muestra tenemos el caso de la recién estrenada “Wonder Woman”. Hace unos días, la directora del filme, Patty Jenkins, compartió en redes sociales un texto que le envió una maestra de kínder, narrando el poderoso efecto de la cinta en los y las pequeñas.

Desde un niño que quería cambiar su lonchera de Iron Man por la de Wonder Woman, o una pequeña diciendo que cuando sea mayor quiere hablar múltiples lenguas como la superheroína,  hasta niñas “organizándose” para, como las amazonas, trabajar hombro con hombro para combatir la maldad en el mundo.  

Por si alguien dudaba de los alcances de productos de entretenimiento en la psique colectiva. Una gran oportunidad para cambiar el rumbo y fortalecer desde un nuevo frente, los esfuerzos para construir y crecer.

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