Las Españas

Partamos de que no existe ninguna región que se llame España ni tampoco fue Castilla el centro de “lo español”...

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Una de las revistas de más largo aliento entre las publicadas en México por los refugiados españoles antifranquistas llevó como nombre “Las Españas”. Duró diez años, de 1946 a 1956, y quiso que su cabezal fuese una declaración de principios sobre el federalismo como forma de conformación política necesaria para aquel país.

“Las Españas”, como revista, quiso ser tan plural como el mosaico que conforma España y en ella colaboraron grandes plumas del exilio, desde sacerdotes católicos hasta miembros del Partido Comunista.

Uno de sus fundadores, Anselmo Carretero, tituló “Las nacionalidades españolas” a la principal de sus obras, a la cual siguió, entre muchas otras sobre el mismo tema, “La integración nacional de las Españas”. Valdría la pena releerlo en el marco del conflicto nacionalista por el que se atraviesa y al cual quiere dar salida federal el PSOE en un marco constitucional, único posible.

Partamos de que no existe ninguna región que se llame España ni tampoco, según las tesis de Anselmo Carretero, fue Castilla el centro de “lo español”. Ese país supone la unión de diversas regiones e incluso nacionalidades, una de las cuales es Castilla, como otras son Cataluña o Galicia o Andalucía y Euskadi, por ejemplo. Todas, históricamente, llegaron a conformar un solo estado que tomó su nombre del latín Hispania dado por los romanos a la península que conquistaron tres siglos antes de Cristo. Pero el estado español, como tal, surgió tras el Renacimiento.

Tampoco fue una la España que conquistó América. La voluntad milenarista de los primeros franciscanos nada tenía que ver con la codicia de quienes vinieron en busca del Dorado para saquearlo a sangre y fuego.

Fray Antonio de Montesinos, el dominico que evangelizó a Fray Bartolomé de las Casas, luchó contra los encomenderos que dieron pie no a una leyenda negra sino a una vergüenza histórica. Pedro de Alvarado o los Montejo contrastan con las repúblicas indias que defendieron los jesuitas y que dieron lugar no a otra leyenda sino a una voluntad honrosa. Fray Jacobo Daciano, el hijo de reyes que vino a servir a los purépechas, nada tenía que ver con Pedro de Alvarado o con Hernán Cortés, un soldado de fortuna que vino a convertirse en Marqués del Valle de Oaxaca. Para entender los últimos cinco siglos hispanos se precisa el plural.

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