Miss Albina

Recientemente se realizó en Zimbabue el primer concurso 'Miss Albina'...

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Recientemente se realizó en Zimbabue el primer concurso “Miss Albina”, con el objetivo de aportar un granito de arena a la lucha contra la discriminación que sufre la población albina y sensibilizar al mundo, pero en particular a quienes viven en ese país donde hoy día aún se persigue y asesina a hombres y mujeres que han nacido con una condición genética particular.

Y es que en algunos países la falta de melanina en la piel es causa de muerte.  No precisamente por el cáncer que padecen miles de albinos para los que el sol es el principal enemigo de su esperanza de vida, sino por la superstición que mueve a quienes a diario intentan asesinarles pues la venta de partes de su cuerpo  para rituales que, se cree, atraen fortuna, es un negocio lucrativo.

Según datos de algunas ONGs, desde el 2000 se han registrado por lo menos 500 ataques contra albinos en países del África Subsahariana pero la cifra seguramente es mayor.   Nadie ha podido parar esta vergonzosa realidad, sin embargo cada vez son más las voces que denuncian y las manos que se suman a movimientos cuyo propósito es poner un alto a los atroces actos que nos denigran. Sí, a todos.  Porque perseguir, asesinar, mutilar y exhibir a un ser humano por superchería es inaudito y denigrante; tanto como lo es el permitir que suceda o callar ante ello.

Decenas de oportunidades con las que soñaría cualquier persona, aun en condiciones de pobreza,  ni siquiera pueden ser consideradas por un albino en países como Tanzania o Zambia porque no se trata de superación personal, sino de lo más elemental: cuidar su vida…

Después de leer la noticia del concurso, de ver el documental “Black Man, White Skin” y de escuchar testimonios como los de la mexicana Ruby Vizcarra, quise compartir con usted estas líneas, para invitarle a la reflexión. Quizá esa región del mundo nos parece lejana pero en realidad no lo es pues ni la geografía ni la medicina cambian lo evidente: somos los seres humanos nuestros propios depredadores.

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