Mueren nuestras tradiciones

El Halloween va ganando terreno en algunas ciudades de nuestro país. Pero quien tiene la culpa somos nosotros...

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El Halloween va ganando terreno en algunas ciudades de nuestro país. Pero  quien tiene la culpa somos nosotros mismos y nadie más. No le busquemos tres pies al gato cuando no lo hay, pero al respecto son pocos los que hacen algo para evitar perder la lucha de una tradición ancestral.

No es raro ver esta semana una  hermosa brujita en compañía de su mamá rumbo a la escuela (si es que está abierta). Se entiende la ilusión de los niños y la emoción que desprende el portar un disfraz de esa naturaleza, pero, esto es parte de la pérdida de nuestras costumbres.

 si a esto le sumamos que las maestras y maestros, en este caso de escuelas particulares porque son las únicas que están trabajando,  han sido los que han organizado las fiestas, pues estamos jodidos. No es raro ver que nuestros hijos no han mostrado una hoja que tenemos en algunos casos  que firmar de consentimiento o a la fuerza.

Las misivas casi todas por igual citan: le “invitamos” a que este  viernes venga el niño Carlitos disfrazado de: vampiro,  de pirata, de momia o  todo aquello que se le pueda ocurrir para las celebraciones del “día de muertos”.  Ya  no hay moral.

El Halloween ha invadido no sólo nuestros espacios cotidianos, sino lo que es peor, nuestros trabajos. No hay nada que resulte de mal gusto que ver en las áreas administrativas de las escuelas un número indeterminado de adornos alusivos a esta fiesta ajena. Es una vergüenza que en ellas se trate de inculcar de manera subliminal el festejo.

Las autoridades de cada escuela deben de tratar de erradicar esta mala costumbre y preservar y difundir nuestra cultura. Claro está que éstos dirán: “si un día hacemos la exposición de altares”. Sí, pero solo un día, y los adornos de Halloween se colocan y se mantienen casi un mes. Pero en fin, cada escuela deberá de asumir su responsabilidad en la difusión y preservación de nuestra cultura.

Y la mercadotecnia hace lo suyo; no es raro ver en las supercadenas, o super mercados, pasillos enteros con todo tipo de productos para realizar tus fiestas de día de brujas: cucharas, tenedores en forma de huesos, platos, vasos, disfraces, ceniceros en fin,  todo utensilio que se le pueda ocurrir. Obvio que los niños absorben todo el escenario montado, generando una costumbre subliminal.

Pero aquí, no acaba la cosa, ya que en las oficinas gubernamentales están las telarañas, las calabazas naranjas, las figuras de vampirillos y por el otro,  el altar del Hanan Pixan, que más parece un altar para cumplir el requisito “obligatorio” que  gira con oficio la oficialía mayor que una verdadera tradición.

                                  ¿Dónde quedan nuestras raíces?

Y no nos olvidemos de las barras libres por todos lados en los antros "Noche de Halloween" "Noche de brujas"; cena de brujas, por favor, si reflexionamos nomás andamos buscando pretexto para ir a ponernos hasta “las chanclas”  de borrachos y así "festejar" a nuestros difuntos. Me pregunto si toda la bola de “crudos y crudas” irán a los cementerios al día siguiente a llevarles una florecita a sus seres queridos.

El Halloween no es más que un pretexto de los comerciantes porque, como no vendieron en septiembre otra cosa que lápices y cuadernos y aun no es diciembre, nomás andan pensando como ensartarnos con mascaritas y fiestecillas  al por mayor.

Cualquier tradición lejos de avergonzarnos como habitantes de un país tan rico en manifestaciones culturales, debe ser objeto de celoso cuidado. Hoy es recurrente el gesto de vergüenza de cualquier joven “clasemediero” ante las tradiciones: no come pan de muerto con chocolate porque “no es fashion”.

Dónde quedaron esas tradiciones de la  olla gigante de suculento Pollo Pibil, que sirve para la preparación de los tradicionales mucbilpollos, acompañados con su atole nuevo y la  armoniosa convivencia familiar.  Eso es hoy día un “fashion retro” que lamentablemente vemos cómo se va extinguiendo.

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