El mundo de las emociones (VII)

Sólo cuando decidimos “perdonar” y perdonamos de verdad, entramos en armonía con nosotros mismos y con los demás.

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La pregunta obligada: ¿Qué hacer para perdonar de verdad?

Sólo cuando decidimos “perdonar” y perdonamos de verdad, entramos en armonía con nosotros mismos y con los demás. Estamos listos –entonces- para tomar otra gran decisión: “estar alegres”. 

Es importante distinguir la alegría de la euforia, que es una sensación de bienestar –a veces extrema- provocada por estímulos externos que, cuando desaparecen dichos estímulos, la euforia se ahoga. 

La alegría, en cambio, es un estado emocional estable, con características específicas:

1º. La alegría es un estado básico para la persona, pues sin ella no es posible seguir desarrollando y madurando una personalidad sana.

2º. La alegría es estable, ya que permanece a pesar de los conflictos y problemas cotidianos que, de hecho, debemos enfrentar exitosamente.

3º. La alegría emana de nuestro interior, pues los estímulos que la generan y alimentan provienen de la autoimagen, las convicciones y  las creencias interiores más genuinas y profundas que guardamos desde antaño.

Jovencitos, cuando nuestra alegría es resultado de una decisión deliberada, se transforma en expresión clara de nuestro “capital emocional” y nos permite vivir en armonía con nuestro entorno a pesar de que, en algunas ocasiones, implique adversidades.

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