La transición, un circo o una larga transición

La prolongada transición del gobierno federal (¡cinco meses!) se ha convertido en un circo

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La prolongada transición del gobierno federal (¡cinco meses!) se ha convertido en un circo de tres pistas en el que se presentan distintos espectáculos y uno no sabe hacia dónde mirar, y no precisamente por ser los mejores números.

En la gradería, los espectadores vemos la actuación de malabaristas, payasos, equilibristas, domadores y animales amaestrados (que las próximas generaciones no conocerán gracias al Partido Verde, que acabó con el llamado “mayor espectáculo del mundo"). Pero éste (el que han montado AMLO y su equipo) tiene una connotación especial: hay confusión, desorden, caos.

En esta gran carpa, el gobierno entrante es quien lleva la batuta, y por el momento la pista central la ocupa el polémico Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, que mantiene expectante a un pequeño sector del público, pero que es inevitable seguir porque el presentador eleva la voz al describir el acto al que se suman diversos personajes.

Mientras, en las otras pistas se van presentando sucesivamente otros números que acaparan momentáneamente la atención del “respetable”: el tren maya (que “va porque va”), la refinería en Villahermosa, la descentralización de las dependencias (que ya no será ad ovum), el relevo de altos mandos de las fuerzas armadas, la “leva” de 50 mil jóvenes (que ayudará a disminuir la cifra de “ninis”).

Todo esto ocurre mientras el dueño del circo hace las veces de presentador y, en los entreactos, llama la atención con algún anuncio: la división del país en regiones (con escala de gravedad) para frenar la violencia, la amnistía selectiva a presos políticos, la reducción del IVA e incremento al salario mínimo en zonas fronterizas o la oferta de visas de trabajo a inmigrantes que vienen en caravana (como si abundara el empleo en el país).

Y mientras se prepara el cambio de escenario para el número principal en el que el domador de fieras saltará a escena (en esta analogía, seguramente con varios tigres), de cuando en cuando aparecen los payasos que, entre discusiones, comparecencias, toma de tribunas y mentadas, atraen los reflectores para despertar del aburrimiento a la audiencia.    

Este es el espectáculo que hoy vemos en el país, un circo de tres pistas en el que con seguridad sale uno con mucho ruido en la cabeza y pocas imágenes inteligibles acerca de lo que sucedió, culpa de un gobierno que, sin serlo, ejerce ya como tal, y el que debe ejercerlo hace mucho que abandonó el circo.

 

 

Evaluación a altos mandos

El presidente electo Andrés Manuel López Obrador, dijo esta semana que los secretarios de la Defensa Nacional y de Marina “solo van a durar seis años si hacen bien su trabajo, si no van a ser relevados”. Que “ya no va a haber nadie que va a durar seis años sin condición”, que eso solo será “si es que hacen bien el trabajo, si no, vámonos pa' fuera, a los tres, dos, o al primer año”. AMLO recordó que incluso él mismo se someterá a la figura de la revocación de mandato por lo que “nadie va a tener garantizado su encargo por seis años”.

La pregunta es ¿quién va a evaluar a los mandos militares? ¿Un civil, el pueblo o los militares? Porque para evaluar se debe conocer lo que se pretende medir, y lejos está un civil de poder someter a examen a un militar con más de 40 años de carrera en las armas.

Si bien es facultad del presidente remover al gabinete (que incluye a los mandos castrenses), pocas veces se ha visto eso. En 1990, Carlos Salinas de Gortari aceptó la renuncia (lo removió, dicen) del almirante Mauricio Scheleske Sánchez de la Secretaría de Marina, y en su lugar puso a Luis Carlos Ruano Angulo.

Sus asesores deben informar bien al próximo presidente, sobre todo en temas militares, donde ha tenido encuentros y desencuentros.

 

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