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El desenlace electoral ha sido notablemente tranquilizador. Ninguna sorpresa, una jornada sin violencia, una participación ciudadana alta y una victoria contundente que no dejan espacio a la disputa. El conflicto y la polarización han cedido su lugar a un discurso de unidad y entendimiento.

El tamaño de la victoria preocupa a algunos. Hay quienes se enfocan en el margen que tendrá el nuevo presidente para imponer la agenda, mientras otros advierten una centralización del poder. Sin embargo, creo que ha sido peor la irresponsabilidad de los gobiernos divididos o el dispendio al amparo del federalismo. Como sea, nuevas y sólidas oposiciones serán consolidadas.

Para mí, hoy la señal más alarmante proviene de las encuestas de salida. La de Consulta Mitofsky, realizada para Televisa, arroja resultados desconcertantes. Las barbaridades planteadas por El Bronco engancharon al grupo menos pensado: los jóvenes con mayor escolaridad y exposición a la “modernidad”.

El candidato independiente casi duplicó los votos del PRD a la Presidencia. Pero más allá del volumen, sorprende la composición demográfica de esos apoyos. Y es que fueron jóvenes de entre 18 y 24 años los que aportaron 27 por ciento del voto para El Bronco, el doble de lo que ese grupo representó para los otros tres contendientes.

Más aún, el peso relativo otorgado a El Bronco por los habitantes de zonas urbanas y los estudiantes también superó al de sus adversarios. Los ciudadanos con grado universitario sumaron 28 por ciento de su voto frente al 18 de Ricardo Anaya, el más joven de los candidatos.

¿Qué fibras tocó El Bronco en los jóvenes? Según la encuesta, por él optaron los menos identificados con los partidos, los que decidieron votar de último momento y los que señalan a la inseguridad como el principal problema del país.

A todos debe preocupar un desencanto juvenil que conduzca a posiciones de “mano dura”, ajenas a los principios que sostienen nuestra democracia y construyen civilización. Si los jóvenes son el futuro del país, he aquí un foco rojo que no conviene desatender.

 

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