Cuando el PAN accede al gobierno, no es nada raro que miembros de otros partidos sean incluidos en las administraciones albiazules; muchos de ellos con el paso del tiempo permanecen con el partido, en las buenas y en las no tan buenas.

Llama la atención de los ex tricolores su acercamiento al PAN, hombres y mujeres quizá piensan que al ingresar a la administración automáticamente ya están en el PAN, pero una cosa es estar cerca del mandatario en turno y otra es que se les considere gente panista.

Hay ex priistas que en menos de dos meses ya empiezan a planear sus candidaturas a un puesto de elección, quieren ser funcionarios, líderes del PAN, militantes…, pero los albiazules tienen sus propias reglas y sus pruebas de ácido. Una de ellas es escuchar a su militancia, aquella que cuestiona, increpa, analiza, habla de frente y castiga con su veto. Han visto cómo llegan muchos en los buenos tiempos y luego cómo se van, están curtidos. Aprendieron a ser uno más del gran engranaje.

Todavía hay militantes que cuidaron casillas con el primer alcalde del PAN, Víctor Manuel Correa Rachó, acompañaron a Manuel Cloutier, “El Maquío”, vieron cómo Ana Rosa Payán fue dos veces alcaldesa, escucharon a Carlos Castillo Peraza, vieron que Vicente Fox llegue a la Presidencia de la República y Patricio Patrón al Gobierno del Estado, que pierda el PAN el gobierno y la alcaldía de Mérida, el arribo de Ivonne Ortega, a la que le encantan los espectáculos como romper flechas y mandar a golpear a los inconformes en el paso deprimido mientras que el PAN pasaba por su peor crisis; que Mauricio Vila llegue al Ejecutivo estatal...

Las mujeres del PAN saben lo que es caminar por la brega de eternidad, ser cuidadoras de casilla, enfrentarse a los cacicazgos locales y cuestionar; muy pocas se comportan como hijas de sus padres, como esposa de…; se les ve en los eventos como una más, no están desesperadas por la foto ni por tratar de demostrar que tienen al PAN a sus pies.

Por otro lado, momentos antes de que termine su mandato, Rolando Zapata Bello dio la orden de que sus funcionarios, desde secretarios a directores generales, entreguen sus renuncias, ya que muchos creían que se podían mantener en este sexenio. Nos comentan que el ex gobernador se dio cuenta de que muchos de sus amigos no lo ayudaron, al contrario, por pretender perpetuarse en el poder lo terminaron por entregar a sus adversarios históricos.