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No era el mejor cantante, pero era dolorosamente honesto... “Born to be blue: La historia de Chet Baker” (Canadá, 2015) es una película a la que le traía ganas desde hacía un par de años. Al fin pude verla y solo puedo decir que me pareció una pequeña joya del cine independiente dirigida por Robert Budreau. Y lo mejor es que ya está disponible en la todopoderosa plataforma Netflix, al alcance de casi todos.

No sé si por mi afinidad musical, pero me encantó la forma en la que están contadas la tristeza y la decadencia del creador del West Coast Swing, uno de los mejores trompetistas de cool jazz de todos los tiempos, quien peleó -literalmente- hasta con los dientes contra sus demonios: la adicción a la heroína, a las mujeres afroamericanas y la rivalidad que sostuvo con un monstruo llamado Miles Davis.

Su azarosa existencia da para varios libros sobre el tema, ya que Chet sufrió no pocos tropiezos durante su carrera musical, pero siempre logró ponerse en pie con ayuda de una jeringuita, metadona y algo más... Pero eso no es lo importante: lo relevante es que Ethan Hawke logró capturar su esencia en una de sus mejores y más desconocidas actuaciones. El sufrimiento, el dolor y la sensibilidad estética del jazz azul colorean la pantalla y nos conmueven terriblemente.

El filme apenas abarca los años comprendidos entre 1954 y 1966, una década en la que el jazz comenzaba a agonizar ante el embate del rock and roll. Y como el jazz, también Baker agonizaba solo, sin una carrera, sin un disco, sin un concierto. Lo único que le quedaba era su máxima droga: la música. La estructura no es convencional, pues combina los elementos de la biopic con la metanarrativa de algunas escenas del pasado pero representadas como cine dentro del cine.

Esta película cuenta, tal vez superficialmente, su descenso a los infiernos y su lenta recuperación. Y aunque apenas roza la epidermis del viejo Chet, trae el suficiente aliento para una última nota, aquella sostenida entre el amor y la congruencia para con el arte. Si te gusta el jazz -o no- es lo de menos, pues esta es una historia acerca de un hombre que se quedó sin dientes, acerca de un hombre que conservó su alma y, también, su maldita trompeta, instrumento al que algunos llaman “el cuerno del diablo”…

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