Rechazo irracional

Un interesante estudio explora posibles explicaciones a la oposición a los transgénicos, a pesar de la evidencia muchos de ellos de ellos son seguros y útiles.

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La semana pasada comentaba aquí mi frustración frente a una lectora creyente en la homeopatía. ¿Por qué proliferan tantas creencias carentes de sustento, mientras el conocimiento científico es tan fácilmente rechazado?

El fenómeno ocurre también en la oposición a los cultivos transgénicos. Los argumentos en su contra van de lo ideológico (son antinaturales) a lo médico (causan cáncer), lo ambiental (alteran ecosistemas,  contaminan genomas nativos) y lo social (abusos contra los campesinos). Solo los dos últimos argumentos tienen bases reales.

Un interesante estudio publicado en Trends in plant science (10 de abril), coordinado por Marc Van Montagu, de la Universidad de Ghent, Bélgica, explora posibles explicaciones a la popularidad de la oposición a los transgénicos, a pesar de la evidencia muchos de ellos de ellos son seguros y útiles. Concluye que el rechazo tiene que ver con la manera en que los humanos interpretamos información.

Muy resumidamente, postula que este tipo de ideas se benefician de la existencia de dos grandes formas de pensar: la intuitiva (rápida, “automática” y generalmente acertada) y la racional, más lenta y laboriosa, pero que considera más datos y puede llegar a conclusiones anti-intuitivas, más acordes con la evidencia. El tema levantará ámpula, pero puede ser útil.

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