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En múltiples ocasiones nos asalta la posibilidad de ceder ante la cólera cuando alguna injusticia o agravio se cometen en contra nuestra; en muchos de nosotros aún vive la ley del Talión, aquella que rezaba “ojo por ojo y diente por diente”, esa misma de la que Gandhi dijo: “Ojo por ojo y todo el mundo acabará ciego”.

Vivimos en una sociedad extremadamente afecta a la reacción violenta frente a la provocación; se identifica como persona de carácter fuerte a aquella que simplemente tiende a ser de reacciones muy violentas, como si esto fuera algo deseable.

El carácter fuerte es aquel que, sometido a las duras presiones, tiene el temple suficiente para sacar lo mejor de sí mismo con el fin de que sus actos acaben siendo siempre en beneficio suyo y de quienes lo rodean. Fuerte es aquel que tiene la suficiente serenidad de ánimo para no dejarse arrastrar por el enojo ni dejarse gobernar por la cólera.

¿Qué es lo que genera en un ser humano el deseo de atacar u ofender a otro? Casi siempre el desconocimiento, la ignorancia. Si en realidad pudiéramos comprender en toda su profundidad las motivaciones y sentimientos de la persona que tenemos enfrente, muchos de los enojos y conflictos desaparecerían como por encanto.

El egoísmo nos convence de que si no somos el centro del universo deberíamos serlo, socava nuestro aprecio por los demás, limita nuestra tolerancia ante las frustraciones de la vida y acaba susurrándonos al oído que nosotros y nadie más que nosotros merece cumplir sus deseos.

Comprender qué es lo que pasa por la mente de quien nos ofende es necesario para evitar responder con mal ante el mal; complicado pero no imposible de entender que quien te ofende tiene una carencia y conflicto derivados de situaciones emocionales o espirituales no satisfechas.

Mientras el odio engendra odio y su camino es el de la destrucción, el amor engendra amor y su camino es el del crecimiento; está en nuestras manos decidir qué camino queremos seguir frente a quien montado en cólera nos ataque.

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