Sin respuestas ni salidas

Los que ven a quienes protestan como revoltosos e inconformes que solo dañan al país se niegan a aceptar la realidad incontrovertible de que la mitad de los mexicanos vive en la pobreza y la miseria.

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México ha llegado a un punto indeseable en 2014 producto de la desequilibrada concepción que tienen las distintas fuerzas políticas y grupos sociales que, por un lado, ven y promueven una idea de una República próspera y con vocación de primer mundo y, por el otro, la de un país en ruinas, sin reconocer que ambas visiones son reales.

Un ejemplo de está circunstancia es que el ciclo de reformas de esta administración se dio por cerrado con la aprobación de la energética y que las reformas al campo y las de seguridad y justicia que hoy se encuentran en el Congreso como respuesta a la crisis provocada por el caso Iguala habían sido dejadas en un lejanísimo segundo término, como si estos cambios estructurales no fueran urgentes y necesarios, pero la realidad se encargó de corregir ese gravísimo error con esta tragedia.

Sin embargo, lo peor es que ninguna de las partes está dispuesta a recorrer el camino necesario para poder cambiar el estado de cosas que lastima y crispa a toda la nación. Los que ven a quienes protestan como revoltosos e inconformes que solo dañan al país se niegan a aceptar la realidad incontrovertible de que la mitad de los mexicanos vive en la pobreza y la miseria mientras que muchos de quienes reclaman bienestar y oportunidades se encuentran tan agraviados que más que justicia y equidad enfilan acciones de revancha.

Entre esos dos grupos con visones absolutamente confrontadas hay una pequeña franja de mexicanos que piensan que la reconciliación es posible y que el rescate de México no pasa por el triunfo del pueblo bueno o por la imposición del orden con mano dura, sino por una reconciliación que obliga a todos los grupos a reconocer que no hay salida unilateral a esta crisis y que ésta no se puede alcanzar sin acuerdos producto de la autocrítica, la disposición y la vocación real de cambio.

Por ejemplo, la identificación del cuerpo de Alexander Mora Venancio, uno de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos, por parte del equipo forense argentino de entre los restos humanos hallados en un basurero de Cocula, Guerrero, fortalecerá sin duda la tesis del procurador general Jesús Murillo Karam sobre el secuestro y muerte de esos jóvenes estudiantes, pero ante la crispación general no abonará mucho a la estabilidad ahora.

Los pendientes son demasiados y no se ven salidas próximas ni fáciles. 

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