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Soy parte del grupo de personas que piensa que la lectura nunca es un acto solitario. Uno puede pasar unas horas meditativas frente a un libro, como más disfrutaba Marcel Proust, antes del almuerzo durante aquellos días de la infancia. También es claro que un libro delante de la cara puede inhibir a los demás de hablarnos, respetando nuestro esquivo momento del resto del mundo. Pese a estos tiempos marcados por el abrir y cerrar de un libro, la lectura se hace en colectivo. Cuando pongo mis dedos sobre la hoja me pregunto sobre los criterios de los editores, los correctores de estilo y los publicistas para que esas letras y no las de otro llegaran hasta mí. Un sinnúmero de lecturas debieron antecederme.

Los lectores que también somos compradores de primera y segunda mano no tenemos que dejar que ese proceso de lectura, iniciado por la industria del libro, sea detenido en nosotros. Al contrario, la lectura debería seguir y cuestionarse sobre qué hay más allá de los estantes de las grandes librerías. Podríamos agruparnos y discutir los pormenores de lo que bordea a un texto. Por esa razón reconozco la labor de investigación, rescate y difusión del Taller de Teoría y Crítica Literaria Diana Morán. En la actualidad toda investigación y crítica literaria debería problematizar los silencios y las ausencias en la literatura, debido a que casi siempre las causas van más allá del talento del escritor: género, sexualidades, etnia, clase social.

El Taller Diana Morán empezó labores con el apoyo del Programa Interdisciplinario de Estudios de la Mujer de El Colegio de México en 1984. Las actividades fueron tan fructíferas que el grupo se volvió independiente a partir de 1993. Como puede leerse en la mayoría de sus libros: “Su línea principal de investigación es la literatura escrita en México y América, desde una perspectiva de estudios de la cultura y de género”.

Entre los libros publicados están investigaciones apoyadas por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). Conozco a dos de sus integrantes –la Dra. Adriana González Mateos y la Dra. Maricruz Castro Ricalde– de las casi veinte académicas que conforman el taller. Todas pertenecen a instituciones universitarias, entre las que están la Universidad Nacional Autónoma de México, El Colegio de México, la Universidad Autónoma Metropolitana, el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey.

Cada semana mantienen discusiones en seminarios de crítica y teoría literaria, cuestionan el canon de la literatura mexicana y ponen el dedo sobre escritoras reconocidas pero escasamente publicadas y leídas.

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