Tocar fondo

La crisis de los partidos es preocupante. Involucra a los históricos y también a los pequeños o de reciente creación.

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El conjunto del régimen político padece una crisis profunda. Todos apuestan al tiempo, también a que las dificultades del vecino oculten o mitiguen las propias. Se transita sin asumirse parte del problema, lo que excluye involucrarse en la solución. Lo más visible está en el ámbito de la política formal. Pero no solo allí. Se ha deteriorado el debate público y el poder de escrutinio de la sociedad. No hay sanción legal, social o simbólica. Es evidente que todavía no se ha tocado fondo, falta mucho por ver.

La crisis de los partidos es preocupante. Involucra a los históricos y también a los pequeños o de reciente creación. La crisis del PRI viene de tiempo atrás; su presencia en el gobierno la disimula por su singular sentido de disciplina; un extraño equilibrio entre unidad, verticalidad y poder territorialmente desconcentrado. ¿Soportaría el deterioro electoral en caso que suceda? No. También es el caso del PAN, como se hace evidente en Nuevo León con Fernando Elizondo, quien ha enviado al sótano de las preferencias a Margarita Arellanes. Un político, serio y prudente quien por oportunismo está dispuesto a abrazar siglas tan ajenas como siniestras si éstas le sirven de vehículo para llegar al poder.

La crisis de los partidos también abre espacio a los aventureros como es el caso de Jaime Rodríguez Calderón El Bronco, quien ha hecho de la adversidad virtud. Un candidato independiente a la gubernatura de Nuevo León que al amparo de un discutible desempeño político se presenta como una opción diferente. La envoltura y una buena estrategia de medios digitales le ha dado impulso a grado tal que la competencia se perfila entre el PRI institucional y el PRI de las baladronadas. Una elección interesante porque podría anticipar lo que viene: las candidaturas independientes tienen el potencial de minar al sistema de representación, no mejorarlo o transformarlo, para andar la aventura del líder carismático que camina sobre el agua, tentación que duerme en las capas más profundas de la psicología nacional: el anhelo del regreso de Quetzalcóatl.

Ha sido el ex presidente Calderón quien en el agravio ha reseñado la profundidad de la crisis del PAN y las opciones hacia delante. Es evidente, el ex presidente no se asume parte del problema, parece ignorar que el inmoral pragmatismo que ha dañado al PAN se origina en su propio gobierno, como sucedió con las alianzas del PAN con el PRD. Gustavo Madero se explica por César Nava; la exclusión de Margarita Zavala por la que desde la Presidencia se hizo de Vicente Fox y Manuel Espino. La cerrazón y verticalidad en los órganos colegiados de Madero adquieren licencia y legitimidad por lo que aconteció en el periodo que le antecede. El problema es que Madero está llevando las cosas al extremo.

PRI y PAN se fortalecen y unifican cuando viene el triunfo electoral. En el PRD sucede lo contrario y esto es así porque sus mejores momentos se han dado al amparo de las campañas presidenciales y de lo que han hecho las candidaturas de Cuauhtémoc Cárdenas y López Obrador. A diferencia de PAN y PRI, el PRD no ha tenido claridad estratégica legislativa, a pesar de la habilidad de Silvano Aureoles y Miguel Barbosa. El partido se ha servido de sus candidatos presidenciales y ha descuidado en extremo el proyecto político y los límites que esto impone.

Las renuncias se han desacreditado. Vale y mucho la del ingeniero Cárdenas. No tanto la de Alejandro Encinas y mucho menos la de Mario Delgado. La esperada de Marcelo Ebrard está escrita, una oportunidad para victimizarse frente al cochinero de la Línea 12 del Metro y de paso actualizar el inventario de las siglas de las que se ha servido: PRI, PCD, PVEM, PRD y ahora, previsiblemente, Morena. Inaudito que Alejandro Encinas se haga acompañar en su evento de renuncia de quien fue el promotor del proyecto de Ángel Aguirre a la gubernatura por el PRD. Y pensar que Felipe Calderón consideró a Ebrard como el candidato del PAN y PRD para derrotar a Peña Nieto.

A pesar de su importancia y de los privilegios que le acompañan, los gobiernos son transitorios, los partidos y los proyectos políticos trascienden en el tiempo. Allí están el ingeniero Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, quienes hace 30 años decidieron enfrentar el despotismo presidencial y abrir el país a la democracia. El interés y la circunstancia privilegian a personajes que seguramente serán irrelevantes en la memoria histórica. La trascendencia deviene no del poder, sino de la capacidad para transformar y aportar con el ejemplo una cuota para un mejor país.

Es evidente que no se ha tocado fondo en lo particular ni en lo general. Una crisis compleja, de muchas aristas y causas diversas, la que cada cual a su modo elude a pesar de su gravedad.

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