Viaje al centro de uno mismo

Amigos y vecinos dirán, ¿qué pasó con aquella Esperanza?

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Cada recuerdo es una pieza independiente que completa la memoria. A diferencia de las fotografías que conservamos, los recuerdos no los escogemos, simplemente se cuelan y se instalan en nosotros sin previo aviso, es por eso que desaparecen de nuestra historia ciertos días que juramos no olvidar y, en cambio, una tarde a la que no dimos importancia se nos presenta recurrentemente con todos sus detalles; una voz nítida y sonora viaja en el tiempo para provocarnos el mismo terror o encanto de antaño.

Cada recuerdo está grabado en nuestra memoria como fósiles en piedra, dejando constancia de las diferentes versiones que hemos sido, como paleontólogos de nosotros mismos creemos advertir cierta evolución o en medio del caos rogamos por ella. 

Así está escrita La casa en Mango Street, cuarenta y cuatro piezas componen la novela de ciento diez páginas. Casas, personas, calles, comidas, eventos, encuentros y pérdidas cuentan la historia de Esperanza, de su familia, de su colonia, del país diverso del que forma parte.

En la semblanza del autor se lee: Sandra Cisneros nació en Chicago en 1954. Es hija de padre mexicano y madre mexicana-americana, es hermana de seis hombres, es madre de nadie y esposa de nadie. Esa descripción nos hace identificarla con el personaje principal del libro, que reconstruye su pasado para trazar su presente y confeccionarse un futuro propio, a su medida.

Transcribo las últimas líneas porque sé que ellas te llevarán a las primeras: Amigos y vecinos dirán, ¿qué pasó con aquella Esperanza? ¿Dónde se fue con todos esos libros y papeles? ¿Por qué se marchó tan lejos? 

Ellos no sabrán que me fui lejos para poder volver. Por aquellos que dejé atrás. Por aquellos que no pueden escapar.

La escritura es el camino que conduce siempre hacia el centro de uno mismo. ¿Lo has intentado?

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