Fin de una era

La dinámica del cambio da para pensar que, efectivamente, el país está ingresando a una nueva época

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De gira en Yucatán, el día que según incautos habría de acabar el mundo, el presidente Peña interpretó la predicción maya al señalar que más bien se trata del inicio de una nueva era. Parece ser, pero falta por ver. Efectivamente, lo que ha acontecido en la política supera lo esperado. Sí es posible que este final de 2012 sea el punto de inflexión que debió haber ocurrido en la alternancia que llevó a Fox al poder. El espectro de la regresión autoritaria se viene al piso. Hay para pensar que el país y la política pueden ser mucho mejor.

La política no se improvisa. No solo es cuestión de un Presidente, sino de un equipo. Importa mucho la dirigencia del partido gobernante y sus legisladores, pero más el gabinete ampliado y el gabinete de la cocina, ese pequeño grupo de colaboradores en la residencia presidencial con el que interacciona cotidianamente el Presidente. El PAN pudo haber hecho mucho más; Fox no tuvo malos colaboradores, el problema tenía que ver, esencialmente, con él. Ni pudo ni quiso. Buen hombre, bien intencionado, sencillo, con singular carisma, pero se requería mucho más para cumplir con la expectativa que le llevó al poder y con el apoyo popular que le acompañó al inicio.

A diferencia de Fox, Felipe Calderón estaba dotado de una formación política sin paralelo: legislador, dirigente nacional de su partido, formado con la mejor generación de panistas, heredero literal del proyecto panista originario; además, acompañado de una mujer excepcional en todos los sentidos. Su inicio fue su condena y más que ello, le ganó el temperamento. Talentosos colaboradores se mimetizaron y se vieron disminuidos en su potencial. Calderón se refugió en el pequeño grupo de mediocres proclives al servilismo, sin capacidad ni lealtad, muy menores para el desafío que implica estar próximo en la confianza del Presidente. La Presidencia de Calderón fue un desastre; al igual que su antecesor, sometió al Estado mexicano a los poderes fácticos y el crimen organizado se empoderó aún más.

Enrique Peña llegó con el peso del prejuicio de sus malquerientes. Una muy agresiva precampaña, campaña y postcampaña cobró factura. Un muy buen trabajo como gobernador fue opacado por la tierra de adentro y el lodo de afuera. Los errores se magnificaron, no obstante de una buena y exitosa campaña. Ganó por una diferencia amplia la mayor de las elecciones genuinamente competidas; sin embargo, muchos, malos lectores de malas encuestas esperaban una diferencia mayor. Hubo triunfo, amplio, pero no fiesta. El litigio postelectoral también afectó y las expectativas sobre el nuevo gobierno fueron bajas.

El inicio del gobierno de Peña Nieto no guarda paralelo. Se ha arropado en la inclusión, el acuerdo y la pluralidad. Se ha concretado un documento progresista signado por el PAN, PRD y PRI. En semanas se han realizado reformas fundamentales y el Congreso, por primera vez en su expresión plural, debate y aprueba reformas que, de continuar, cambiarán al país y al gobierno. La dinámica del cambio da para pensar que, efectivamente, el país está ingresando a una nueva época. Los intentos de obstrucción vienen de los colaboradores más próximos a Calderón llevados por él al Senado. Por lo visto, Felipe no se conforma con un gobierno desastroso, también pretende lo mismo de la oposición.

Cierto es que apenas es el inicio. Que los problemas fundamentales de inseguridad y desigualdad extrema persisten y requerirán de mucho tiempo y de perseverancia de muchos para un cambio. Lo más inmediato es rescatar al Estado, hacer valer el interés general sobre el particular y es esta claridad lo que le ha dado legitimidad y credibilidad al Pacto por México. También que en materia de reformas hay temas sumamente difíciles de procesar como es la de energía y el fortalecimiento de los ingresos públicos de los tres órdenes de gobierno. El éxito obtenido abre camino y amplía expectativas, pero el país también debe estar preparado para el debate, el desencuentro y las diferencias, la cuales son naturales en la democracia, pero que pueden frenar la dinámica del cambio por la situación de gobierno dividido.

El consenso tiene límites y viene la fase crítica del proceso de transformaciones fundamentales. Para los cambios posiblemente se requerirá optar por la construcción de una mayoría gobernante. Hacerlo con todos es imposible; históricamente, el PAN ha estado mejor preparado para la negociación y el acuerdo, sin embargo, el calderonismo lo ha envilecido. La izquierda de Zambrano, de los gobernadores, del jefe de Gobierno del DF y de los legisladores está dando la sorpresa. Su actuación se coteja con un consenso nacional que se ha ido corriendo a la izquierda. Difícil de creer, pero posible, se avizora un acuerdo de centro izquierda, eso sí, sería el inicio de una nueva e inesperada era.

Twitter: @berrueto

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