Creo que es muy pronto para poder precisar cuáles serán las repercusiones, en las elecciones presidenciales que vienen, de la decisión que anunció hace unos días Margarita Zavala de renunciar al PAN e inscribirse como candidata independiente.

Si beneficiará al PRI, como afirma de manera propagandística Ricardo Anaya, o acaso jugará a favor de Morena restituyendo a su candidato la ventaja inicial, o tal vez abonará para su propia causa, en su tarea de superar dos retos que se antojan formidables en la historia de la política mexicana: alcanzar en su condición de mujer la Presidencia de la República, y a través de una candidatura independiente, es decir sin el apoyo de ningún partido político.

Lo que está claro es que el directamente damnificado resulta, sin duda, Ricardo Anaya, que fue exhibido públicamente por su falta de convicción democrática al mostrarse incapaz de establecer un procedimiento parejo para la selección del candidato presidencial en su partido, y constatar que no tiene empacho en utilizar su cargo de presidente del PAN para satisfacer sus ambiciones personales.

Otro perjudicado viene a ser el Frente “Ciudadano” del PAN-PRD-MC, que se publicitó como una suma de clientela electoral, conformada por los votantes de los mismos partidos en elecciones previas que, al resentir un amplio desprendimiento de buena parte de los simpatizantes del PAN para seguir a Margarita Zavala, enseña su debilidad argumentativa y táctica, ya que, en estos tiempos borrascosos, ningún instituto político puede impunemente considerar a sus simpatizantes como consumidores cautivos, como vimos con Emmanuel Macron en Francia.

Frente aquel que fue abrazado como tabla de salvación por el PRD de Alejandra Barrales a fin de contener la migración de sus votantes a causa del avasallamiento devastador que sobre ellos y sobre sus operadores políticos ejerce AMLO. Frente construido sobre el compromiso original de asegurar las candidaturas de Anaya para la Presidencia de la República y de Barrales para la Ciudad de México, donde evidentemente no tienen cabida los demás aspirantes que, como Margarita Zavala, veían desvanecerse sus posibilidades de figurar en la boleta electoral.

Ricardo Anaya, de meteórica carrera sustentada en intrigas de índole palaciega, al ser incapaz de mantener la unidad en su propio partido, sufre un severo revés que, además de anular sus posibilidades de alcanzar la Presidencia de la República, puede acarrearle graves consecuencias al PAN ocasionándole una drástica reducción de sus votos, lo mismo que al PRD que, a estas alturas y sin Mancera, se ha quedado sin candidato presidencial.

Lo advertimos aquí, los del “frente”: ¡se apresuraron al quemar sus naves!