Protegir, no agredir

Como país ocupamos deshonrosos primeros lugares en violencia doméstica, en violencia contra las mujeres y en maltrato infantil...

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En el mes de noviembre, el día 19 se ha designado como el Día Mundial de la Prevención del Abuso contra los Niños; el 20 es el Día de los Derechos del Niño y el 25 el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

Muchos días que invitan a la reflexión, a proteger en lugar de agredir, sin embargo ¡Qué pena!, pero México ha salido muy mal librado.

Como país ocupamos deshonrosos primeros lugares en violencia doméstica, en violencia contra las mujeres y en maltrato infantil, en las modalidades de abuso emocional, físico, por negligencia y sexual.

De 2013 a 2015 fueron asesinadas siete mujeres por día, cuando la media entre 2001 y 2006 era de 3.5 mujeres, según datos del Inegi.

En el año 2013 se detectaron en el país más de 12 mil cuentas de internet que exhibían imágenes de explotación sexual de niños entre cuatro y 16 años según la Procuraduría General de la República.

Las cifras dan cuenta de que a pesar de todos los planes que se han implementado desde las diversas instituciones de gobierno, de que se multiplican las campañas de sensibilización y se doblan las acciones de la sociedad civil parece que todavía nos falta mucho para erradicarlas.

En el país nos falta mucho para erradicar la violencia contra la mujer y los niños

Quizá sea preciso un diagnóstico que permita ver mejor qué es lo que detona la violencia en el seno familiar, pues se habla de muchas circunstancias que la originan, como la pobreza o la desigualdad, pero vemos todos los días que esta “epidemia” sobrepasa dichas circunstancias, pues no respeta clases sociales, ni raza, ni credo, ni nada. Se da en todos los niveles y en todos los países y los indicadores son alarmantes.

Estamos conviviendo en el día a día como sociedad con demasiada violencia, excesiva inestabilidad emocional, descomunal consumismo, exagerado sexo desvinculado del amor y desmedida falta de valores y todos estos van detonando la enfermedad de la violencia con síntomas diversos en el seno familiar y cualquiera diría que nos hemos acostumbrado a ello.

Vemos como la exaltación del yo, la ausencia del amor en las relaciones de pareja, la falta de paciencia, generosidad o la donación de uno al otro van cediendo espacio a la indiferencia, falta de compromiso, frustración y resentimiento.

Si todo ello se combina con la falta de oportunidades, el desempleo o el trabajo mal remunerado la violencia se puede potenciar, pero también vemos que hay gente con oportunidades, empleo y salarios justos que también la padece o la ejerce.

¡Qué importante es fortalecer el vínculo familiar! porque parece que un común denominador de los agresores es que carecieron cuando pequeños del amor que necesitaban recibir, lo cual dificulta el aprendizaje de amar; más aún si no tuvieron una figura paterna y/o materna afectuosa.

La relación de pareja no es un entretenimiento y los errores más comunes que dejan ver esta situación es que confunden amor con sexo, cariño o romanticismo, lo cual deriva en relaciones afectivas cargadas de insatisfacciones, frustración y hasta odio.

Para prevenir toda forma de violencia tenemos que trabajar por la familia, empezando por la nuestra, aprendiendo a reconocer los errores, perdonando y pidiendo perdón cuando hemos fallado, siendo respetuosos de los demás y demostrando con actos el amor que nos tenemos, sólo así lograremos proteger y no agredir a quienes más queremos.

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