En la lucha por los niños yucatecos

Hace 18 años, Margarita Molina Zaldívar de Patrón se casó con su proyecto de vida: la asociación Save The Children México.

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"Aunque es difícil y costoso desarrollar un proyecto así, se siembra una semilla, se genera algo, se genera un cambio”, afirmó Margarita Molina Zaldívar de Patrón, presidenta de Save The Children Yucatán. (Milenio Novedades)
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Cecilia Ricárdez/SIPSE
MÉRIDA, Yucatán.- Convencida del impacto positivo de brindar herramientas de vida a los niños, con la intención de lograr su desarrollo, Margarita Molina Zaldívar de Patrón hace 18 años se casó con la misión Save The Children México, y desde el 2002 fundó el capítulo Yucatán para dar continuidad a los proyectos desde tierra maya y lograr importantes cambios en muchas familias.

Del brazo de su esposo Adolfo Patrón Luján ha sorteado importantes pruebas que no han quebrantado su espíritu ni ánimo para seguir con la causa de esta institución, que tiene presencia mundial.

Ayudar es parte de su forma de ser

La vocación altruista le llegó de niña. Empezó participando en grupos apostólicos, en los cuales descubrió, de frente, las necesidades de muchos niños. 

Psicóloga de profesión, trabajó en el Hospital General de México en el área infantil. Posteriormente se mudó a Oncología, donde trataba a mujeres, quienes iban a ser operadas, en grupos de apoyo que las ayudaban a afrontar las etapas difíciles. Fue una época que califica como enriquecedora.

Años después, cambiando el giro de su labor, pero sin dejar a un lado su deseo de ayudar, encabezó cursos de imagen personal y autoayuda, enfocadas a la revaloración de la mujer. También fue empresaria de accesorios, pero cuando conoció Save The Children dejó todo atrás para iniciar un nuevo proyecto de vida. 

“Me había dedicado a hacer muchas cosas en mi vida, pero sentí que necesitaba algo diferente. Cuando tuve contacto con la organización me di cuenta que trabajaban bien e inteligentemente, que iban más allá de solucionar el problema inmediato y pensaban más en el futuro. Laboraban con la premisa de que todos tenían las mismas oportunidades, por lo que fue así como me involucré hace 18 años y sigo comprometida. No quiero parar”, señaló.

De miembro a líder

Con su objetivo trazado, se unió a la causa y sin proponérselo, pero consciente de los beneficios que podría lograr, se le confiaron responsabilidades, que la llevaron a ser la titular en Yucatán y miembro del Consejo Nacional. 

“Participé en la organización durante cinco años cuando vivía en la Ciudad de México. Cuando regresé a Mérida, la directora de la institución me pidió que comenzara a hacer las alianzas para trabajar en Yucatán. Fua así como me encargaron la fundación. Iniciamos capacitando a promotores locales para un proyecto en Tixcacalcupul, en el que hombres y mujeres se involucraban en actividades productivas a favor de la comunidad. El trabajo fue difícil y en el desarrollo decidimos enfocarnos mejor a atender a los niños”, recordó.

Con esta nueva visión miraron al sur de Mérida y con el tiempo constituyeron el Centro de Desarrollo Infantil en San Marcos Nocoh, donde todas las familias se sumaron por el bien de sus hijos, quienes crecen en un contexto complejo, donde la violencia y otros excesos son parte de su entorno.

Este programa busca generar un estilo de vida en el que se promueva el cuidado de la salud y de la calidad alimentaria, así como el respeto y la solidaridad entre los miembros de las localidades. Se busca favorecer la generación de hábitos saludables de alimentación, así como la prevención de la violencia intrafamiliar y el maltrato infantil. Dichos proyectos están basados en la preservación de la identidad cultural maya y en el reconocimiento y respeto de los derechos de las niñas y los niños. Actualmente trabajan en Kanasín y tienen una oficina en Valladolid. 

“Es difícil y costoso desarrollar un proyecto así, pero se siembra una semilla, se genera algo, se genera un cambio, que le da a los niños una nueva oportunidad”, apuntó.

Los tragos amargos de la lucha durante su trabajo en Mérida se adentraron a las escuelas con talleres; el impacto era evidente y los cambios iban en proceso, pero los inspectores de educación consideraron que se estaban involucrando “demasiado” y los movieron de zona para Kanasín, sin dejar que terminaran el proceso iniciado.

“Prácticamente nos corrieron,  tratamos de convencer a las autoridades de educación, pero sólo nos propusieron trabajar en otro lugar; la gente acepta fácilmente la iniciativa y este problema fue de índole burocrática. Fue un golpe duro, porque nuestra gente estuvo sin trabajo, y yo les pedí que al menos nos dejaran terminar, porque el proceso se interrumpió, a los niños les afectó porque la relación con los promotores fue estrecha y fue difícil desprenderse, pero no nos detuvimos y cuando nos dieron kanasín, lo aceptamos y seguimos adelante; hay mucho por hacer”, abundó.

Save The Children, sostenido por la generosidad

“Hay gente que nos apoya porque cree en nosotros, tenemos campañas con tarjetas de crédito, que aporta una cuota mensual, un recurso puntual que ayuda muchísimo. Hemos recibido recursos de programas de los tres niveles de Gobierno; tenemos proyectos de coinversión y contamos con propuestas de calidad educativa; todo es costoso, porque el equipo es de primer nivel y hay que pagarlo, pero trabajamos para lograrlo”, reafirmó.

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