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Desde pequeña me ha importado informarme, sobre todo en temas que afectan la calidad de vida; creo que estaremos en este mundo por un corto lapso y hay que vivir lo más dignamente posible, disfrutando cada día con alegría, gozo, salud y el mayor bienestar posible.

Yo soy de San Felipe, Yucatán, puerto pesquero atractivo por sus diversos escenarios naturales, su flora y fauna encantadora, sus casas de madera y de colores, sus calles limpias y, sobre todo, su gente amable y generosa.

San Felipe siempre ha sido un puerto extraordinario, “llegar ahí es como entrar a un set de película”, escuché alguna vez, y es verdad, su belleza y su energía son especiales, y quien lo visita lo sabe, lo siente, lo vive.

Es penoso y grave que por ignorar el valor de los recursos con los que contamos nos convirtamos en asesinos en lugar de protectores de ellos; en San Felipe tenemos una gran cantidad de recursos que han permitido a muchas generaciones tener una vida digna y tranquila, en orden y respeto a la naturaleza y a las leyes que la protegen.

Lamentablemente de unos años al presente, a San Felipe le han atacado como a muchos rincones de este mundo enfermo de poder y de riqueza, le han explotado, violando sus leyes tanto naturales como federales, han sacado del mar indiscriminadamente especies protegidas en temporadas prohibidas, y hoy están talando sus manglares, manglares que les protegen durante los huracanes porque estabilizan el terreno costero contra la erosión y preservan el litoral, manglares que son el jardín de niños, el kínder, la casita de los peces que después saldrán al mar y podrán pescar para llevar el sustento a sus familias, el alimento a sus hijos y la venta al mercado.

Manglares que purifican el aire que solo se puede respirar en este tipo de lugares afortunados y excepcionales, y muchísimas cosas más.

Urge informar a nuestros niños de lo que el manglar les da, porque ellos, sensibles, inteligentes, libres de intereses mezquinos, aprenderían a proteger su propio futuro y bienestar.

Urge informarnos para defender lo nuestro y no ser cómplices, por ignorancia, de nuestro propio fin.

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