'Ser discípulo es: recibir, escuchar y comprometerse'

La hospitalidad en la actualidad se ha reducido a un hecho comercial, en función de la Ley de la oferta y la demanda...

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Abraham vio en aquellos tres huéspedes un signo de la Providencia. (parashot.blogspot.com)
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MÉRIDA, Yuc.- XVI Domingo del Tiempo Ordinario

Gn. 18, 1-10; Sal 14.; Col. 1, 24-28; S. Lc. 10, 38-42

Es cierto que esta página del Evangelio nos merece especial atención, porque vivimos un tiempo en que se valora mucho la dimensión horizontal de la fe, la proyección social de la liturgia y el trabajo como servicio a Dios y como oración.

También se preguntan ¿y la estimación por Marta?

Pero además, estamos viviendo un anhelo por el silencio, el recogimiento, la meditación, la introspección, la búsqueda de retiros, días de “desierto”. ¿Cómo compaginar ambas tendencias?, busquemos la respuesta en las lecturas del día de hoy.

I.- La hospitalidad recompensada

La primera lectura es la historia de tres visitantes a la tienda del Patriarca Abraham. Es una página de alabanza a la hospitalidad, que con grande simpatía y solícita premura atiende a sus visitantes, los saluda como enviados de Dios y les ofrece agua para el cansancio, para restaurar sus fuerzas, un novillo tierno y leche fresca y ácida, muy buena para relajarse en aquella región desolada.

Todo concluye con el augurio de fecundidad para Sara y Abraham como oración de parte de aquellos tres. Agradecidos por al hospitalidad y entristecidos de que personas tan buenas no tuvieran descendencia.

A ese augurio, Sara responde con una sonrisa de incredulidad, pero por la bendición de Dios se hizo realidad y nació Isaac.

Por ello, Abraham vio en aquellos tres huéspedes un signo de la Providencia, portadores de una promesa del Señor y sus representantes. Hay una tradición cristiana que incluso quiere ver en ellos una representación de la Santísima Trinidad.

La vocación que Dios le da a Abraham de prepararle a un grande futuro y si bien el patriarca no siempre veía claros los signos, especialmente la falta de un hijo, parecía contradecir esa vocación; sin embargo, él siempre se muestra con un comportamiento leal, generoso, confiado sea en Dios que al servicio del prójimo y lo escuchado hoy constituye un bello ejemplo.

Es un episodio que nos llama la atención porque la hospitalidad en la actualidad se ha reducido a un hecho comercial, en función de la Ley de la oferta y la demanda. Ojalá que los que atienden esos centros, además de obtener su legítimo salario y ganancias, les añadan la sincera dimensión de servicio, purificándolo de cualquier otra cosa que pueda disminuir, la inspiración de la caridad, la atención a los amigos, pero también a los abandonados, sin techo, que vagan por las calles, a veces ya desde niños y adolescentes, campo inmenso por el dinamismo de la caridad genuina y creativa.

II.- La escucha que prepara al compromiso

Esta página de hoy viene luego de la del Buen Samaritano, con la que había enseñado Jesús la calidad de la caridad comprometida y sin fronteras, una caridad generosa, como la de Jesucristo que se ofrece por todos nosotros hasta la muerte. Y así se comprende el episodio de Marta y María.

Marta nos recuerda la figura del buen Samaritano que se desvive por la hospitalidad a Jesús, como lo hiciera Abraham en el Antiguo Testamento, por tanto, no se puede tener ningún menosprecio para su actitud.

María en cambio, nos recuerda el punto de referencia primero y fundamental para una verdadera acción de caridad que es escuchar a Jesús, asumido como modelo e inspiración.

Debemos imitar a la Virgen María, presurosa en ir a servir a su prima Isabel, pero llevando en su corazón y en sus entrañas a Jesús.Para rectificar conciencia, clarificar intención y hacer así una caridad meritoria a los ojos de Dios.

La caridad no consiste pues en una casa bella y ordenada o el desvivirse por los huéspedes –todo ello bueno en sí mismo-, sino el hecho de estar con Él, escuchar su palabra y vivir en comunión de intenciones y decisiones con el proyecto que Dios tiene para cada uno.

Esta actitud profunda es la que tiene valor a los ojos de Dios y cuando se convierte en servicio, se vuelve mérito que obtendrá su premio en la eternidad.

III.- Armonizar Marta y María, es ser discípulo

El grande apóstol San Pablo, ejemplo para toda dimensión misionera, recomienda a todos sus colaboradores la escuela orante de la Palabra de Dios, que es la que fecunda, transforma, “Cristo en nosotros esperanza de la gloria” (Col. 1,27), de la salvación y de la verdadera vida.

El apóstol supo comprometerse como pocos en la historia de la Iglesia, supo asumir con alegría los sufrimientos y contradicciones inherentes a su ministerio. ¿Cómo en la vida de cada uno podemos seguir el ejemplo de María que es alabado por Jesús?

Debemos ante todo estar convencidos del valor del recogimiento, silencio interior, oración, escucha de la voz de Dios; como algo indispensable, precedente y casi como condición para un buen servicio.

Y este debe ser un espacio que sepamos reservar, programar y salvaguardar en nuestro día.
Buscamos a veces el descanso del cuerpo –y esto es legítimo-, pero no buscamos el descanso de nuestra alma, en la presencia de Dios: oración, meditación, lectura, contemplación y presencia.

Cuanto bien nos haría ir ante el Santísimo Sacramento, para decir como aquel: “¡El me ve y yo lo veo!”.

Que bello sería orar en familia, “familia que reza unida, es familia que vive unida”, como decía el lema del R.P. Patricio Peyton.

Sabemos que la venida del Espíritu Santo se realiza en ese clima y ambientación: como María, orante y recogida al anuncio del Ángel: como María y los apóstoles en ese ambiente de oración reciben al Espíritu en Pentecostés.

Y así fortalecidos y enriquecidos con la gracia, podemos abrir nuestros corazones al compromiso y servicio fraternos que engendran la verdadera comunidad. Saber servir, ayudar, comprender, dialogar, disculpar, encontrar, valorar lo bueno que hay aún en aquellos que se reconocen como lejanos.

Así, comprendemos mejor los acontecimientos de nuestras vidas como signos y mensajes de Dios, para leerlos a la luz de la voluntad del Padre y encontrar en cada uno de los que se cruzan en el camino, también en ellos “su parte mejor”.

IV.- Conclusiones

1. Educarnos a la hospitalidad, que no es tan sólo un signo de humanidad, bondad, compasión, caridad, sino algo más profundo.

Dar hospitalidad en este mundo egoísta, individualista, consumista y anónimo; es ver con diferentes ojos al huésped como enviado de Dios (Abraham), como al mismo Cristo.

Cómo debemos acoger al forastero, migrante, que lejano de casa, familia, hogar y patria, que no encuentra quien lo comprenda y dé acogida. (cfr. Heb. 13,2).

Debemos educar nuestro corazón a la hospitalidad, como nos dice el Señor: “Lo habéis hecho conmigo”, y significa recordar que todos somos huéspedes y migrantes en esta vida, suelo decir: “peregrinos, pasajeros que tenemos todo prestado…”

2. San Lucas puso a continuación de la parábola del “buen Samaritano” este acontecimiento, por lo tanto de ninguna manera se rechaza el servicio, dedicación y solicitud por los demás.

Sino que ese deseo cristiano y legítimo de servir a los demás no nos lleve a dejarnos abarcar, posesionar y agobiar por las preocupaciones de todo lo pasajero, dejando en segundo plano lo esencial que es escuchar a Jesús, estar con Jesús, nutrirse del Evangelio, para hacer con sentido cristiano el comprometido de servicio a los demás.

Siempre como la Virgen María en su visita a su prima Isabel, va con ella a prestarle sus servicios los últimos meses de su gestación, pero llevando a Cristo en su corazón y en sus entrañas.

3. Hay que saber establecer a la luz del Evangelio una adecuada jerarquía y actuar en consecuencia; qué es lo: útil, conveniente, urgente, indispensable, importante ó necesario.

4. En cualquier vocación y profesión es muy útil tener abierto el canal de la comunicación con Dios, esa “escucha interior” que significa estar dentro de uno mismo, pacificarse, recogerse para “oír la voz del Señor”, y que se simboliza en la actitud del verdadero discípulo que “se sentó a los pies de Jesús y se puso a escuchar su Palabra” como María: y que Santa Catalina describe como: “saber respirar el espíritu de Dios”.

5. El gran escritor Alberto Moravia comenta: “para encontrar el ideal del hombre, o sea una verdadera fuente de energía, es necesario que las personas reencuentren el gusto por la contemplación.

La contemplación es la cortina de la presa que provoca la acumulación del agua. Ella permite a las personas, de acumular de nuevo la energía, que la actividad les ha quitado”. (“El hombre como fin”, 1964). Otras acepciones de contemplación:

Martín Buber dijo: “Contemplación es un encuentro profundo e intuitivo con la persona” (Yo-Tú Buenos Aires 1974 p. 14) y el Padre Juan Alfaro: “El contacto viviente de una comunión persona yo-tú con el Absoluto” (“Compendio Ascética-Mística” p. 180 Madrid, 89). San Juan de la Cruz describe así: “Es la ciencia del amor, es noticia infusa, amorosa de Dios, que juntamente va ilustrando y enamorando al alma”. (n 11, Cap. 18, No. 5).

6. Alentemos las vocaciones a la vida consagrada, contemplativa, activa; alentemos la hospitalidad sobre todo hacia ancianos, pobres abandonados, migrantes; alentemos la oración y contemplación ante el Santísimo Sacramento; para saber así escoger “la mejor parte”.

7. Necesitamos escuchar la Palabra, como necesidad indispensable del corazón humano, necesitamos acoger esa Palabra en nuestro interior, darle la hospitalidad del corazón, con nuestro sí, con nuestro Amén, con nuestro hágase en mí; necesitamos transformarla por la gracia del Espíritu en compromiso, que es nuestra vocación-misión en la vida.

8. Sintetizando: debemos armonizar en nuestra vida ser Marta y ser María, en la aceptación, escucha y compromiso, para ser así verdaderos discípulos de Cristo Dios nos conceda esta gracia.

Mérida, Yuc., a 21 de julio de 2013.
† Emilio Carlos Berlie Belaunzarán
  Arzobispo de Yucatán

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