|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

No recuerdo las circunstancias imperantes en nuestra ciudad capital y en su sociedad cuando un candidato postulado por el PAN ganó la elección para convertirse en el primer alcalde “de oposición” de la ciudad de Mérida, era yo muy pequeño en ese entonces. Pero sí recuerdo la segunda vez que eso ocurrió, fue cuando la C.P. Ana Rosa Payán Cervera se alzó con el triunfo sobre el Ing. Herbé Rodríguez Abraham, considerado incluso por sus adversarios como la mejor carta que pudo haber postulado el PRI en ese entonces y que ya había ejercido antes una administración municipal destacada y muy bien calificada; y también por sobre otro candidato que dio una gran batalla, el periodista Rafael Loret de Mola, quien fue postulado por el PARM.

Y viene a mi memoria una sociedad meridana dividida, llena de encono, incluso intrafamiliarmente y entre amigos de toda la vida. Una parte del triunfo de la Srita. Payán se debió sin duda a su talento y al esfuerzo de muchos panistas de aquella época, pero también mucho influyó el hartazgo social en contra de la corrupción atribuida al PRI, después de que durante la administración del Lic. Carlos “Cheché” Ceballos saliera a la luz una serie de casos de compras a empresas “de portafolio”, especialmente uno relacionado con una compra de grúas Hiab. Después de eso y de que las diferencias se suavizaron, el PAN continuó ganando la alcaldía y ganó hasta la gubernatura, pero ya se veía un poco más normal, ya no se causaba tanto conflicto personal entre amigos o familiares.

Hoy en este proceso, y a escala nacional, observo que se repiten aquellas circunstancias. Nuevamente estamos viviendo violencia verbal, rencor exacerbado y otras manifestaciones negativas. Habrá quien diga que estos sentimientos siempre afloran en un proceso electoral y es cierto; sin embargo, creo que la magnitud es notoriamente mayor ahora, como lo fue en 1990 localmente. Además, coincide que también se deriva de un sentimiento de hartazgo ante casos numerosos y descarados de corrupción, pero ahora tan graves, que el asunto de las Hiab que llevó al “Cheché” a pasar una temporada en la cárcel parece sólo una infantil travesura. Y todo indica que el desenlace será el arribo al poder de una opción política diferente que capitaliza ese enojo popular.

Así como conozco casos de evidente y escandalosa corrupción, también me consta la gran cantidad de personas talentosas, dedicadas, eficaces y eficientes, pero sobre todo muy honestas que están dando extraordinarios resultados en puestos de la administración pública, y sé que les duele tener que recibir un desprecio que no merecen cuando se les aplica una generalización injusta por quienes no los conocen. Creo que muchos de ellos han cometido un solo pecado: el silencio.

Lo más leído

skeleton





skeleton