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El octavo mandamiento de la doctrina católica señala: No darás falsos testimonios ni mentirás. Las prohibiciones por lo general son pasivas, señalan lo que no debe o puede hacerse, yo prefiero hablar de cosas activas, y de hecho, aunque no elevada a rango de mandamiento, también es una máxima doctrinal de la Iglesia la búsqueda incesante y honesta de la Verdad.

Por eso celebro que la Iglesia Católica en Yucatán convoque a un primer foro sobre el cuidado del agua en Yucatán, actuando en concordancia con la Carta Encíclica Laudato Si del Santo Padre Francisco sobre el cuidado de la casa común. Además, me parece muy valiente la decisión de hacerlo, puesto que es un asunto que corre el riesgo de radicalizarse y, si no se maneja adecuadamente, puede salirse de control. Otro aspecto que me gusta del foro que se llevará a cabo es que tendrá una visión amplia del problema, y no focalizada en un solo proyecto o situación temporal, al parecer no solo se hablará de dos casos muy concretos y conocidos, sino también de fosas sépticas y cenotes. Siendo más ambiciosos aún, debería hablarse también de cambio climático, identificación y preservación de sitios de recarga, derechos del agua y calidad de la misma, procesos regulatorios y mejoras constantes, incentivos fiscales, investigación y tecnología, mejores prácticas, financiación creativa e innovadora y muchos etcéteras.

Rebosaría yo de felicidad si de este y otros foros, o incluso de una “Cumbre Yucateca del Agua”, derivara una profunda y muy bien elaborada Ley de Gestión Integral Sustentable de los Recursos Hidrológicos del Estado de Yucatán, por proponer a los honorables diputados un nombre preliminar.

Pero por encima de cualquier interés, que este esfuerzo tenga siempre como premisa esa persecución incansable, honesta, transparente, ética y disciplinada de la verdad, que no es exclusiva de una religión, sino que es imperativo universal de los seres humanos. Aun sabiendo que nadie es poseedor de la verdad absoluta, esta actitud haría posible un gran acercamiento al valor ideal de la verdad.

Es posible, y debe tratar de evitarse, que en algunos casos la ignorancia inocente se mezcle con buenas intenciones y derive en resultados injustos. La veracidad es una virtud y a la vez una forma de justicia que debe practicarse cotidianamente. Quien ignora sobre un tema, haría bien en evitar tomar partido hasta no haber agotado esfuerzo y dedicación por conocer más a fondo, rechazando las conclusiones ligeras con base en información incompleta o imprecisa.

La proclividad del ser humano bien intencionado a ponerse del lado del pobre, del oprimido, del débil y desamparado despierta la tentación de algunos por cubrirse con un disfraz que genere simpatía y apoyo generalizados de una sociedad a la que no siempre se le cuenta toda la verdad.

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