Tres amigos edifican juntos su futuro

Divergencia Arquitectos nació desde que Adrián, Gabriel y David coincidieron en la preparatoria y, años después, en la carrera.

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Divergencia Arquitectos es una empresa formada por tres profesionales que buscan crear diseños funcionales y sustentables. (Amílcar Rodríguez)
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Cecilia Ricárdez/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- Desde la preparatoria tenían el sueño de crear un despacho de arquitectura; tenían habilidades para la materia y entraron a la carrera en la que fortalecieron el anhelo con formación, trabajando en equipo y madurando lo que hoy es Divergencia Arquitectos, conformada por tres jóvenes con la visión de crear edificios estéticos, funcionales y sustentables, con atención al detalle, a los principios del confort y con la filosofía inspirada en el arquitecto Ricardo Legorreta, quien decía: “El verdadero lujo está en el espacio”.

Como parte de su labor, promueven el espíritu emprendedor entre sus contemporáneos abriendo estancias laborales para estudiantes, con el fin de que se fogueen en la industria y aprendan a trabajar en equipo y desarrollen sus capacidades creativas para el diseño arquitectónico.

Divergencia está formado por los arquitectos Adrián Bojórquez Lizama, Gabriel del Castillo Centeno y David Castillo Herrera, quienes comenzaron su labor desde 2012.

¿Cómo surgió el proyecto y cómo decidieron sumar fuerzas para hacer un despacho?

Desde la preparatoria decíamos que tendríamos un despacho, al principio de broma y luego coincidimos en el último año en la especialización rumbo a la carrera, y allí fue donde nos hicimos más amigos y descubrimos que podíamos trabajar en equipo. Luego estudiamos juntos la licenciatura y reforzamos esa labor y nos encaminamos a la creación del despacho, en la última etapa incluso ya teníamos trabajos y dividíamos el tiempo con los estudios.

¿Cuáles consideran son el valor agregado del proyecto y su ventaja competitiva?

Todas las decisiones las tomamos en consenso y eso logra que la propuesta crezca exponencialmente por las ideas que presentamos, por eso el cliente tiene un amplio panorama para elegir, pero todas diseñadas específicamente para él y con él, porque literalmente nos volvemos una fuerza creativa a favor de la persona que tiene un proyecto y quiere que lo llevemos a cabo, es decir, co-creamos con el cliente y sin intentar imponer una postura o tendencia.
Por eso le pusimos Divergencia, porque logramos que todos los puntos de vista puedan coincidir para satisfacer al cliente, en su construcción y a un nivel emotivo porque será su espacio. 
Usamos técnicas como la climatización pasiva, una manera económica y sustentable de tener un ambiente fresco, como una alternativa cuando no se tiene el poder adquisitivo para tener aire acondicionado, por ejemplo. Todo se lo explicamos a los clientes para que al final incluso aprendan algo de arquitectura.

¿Cómo resolvieron la parte del dinero para empezar el negocio?

Trabajamos en la casa de Adrián, en el tiempo que llevamos el taller terminal de la carrera que antes se conocía como el taller de tesis. En esa etapa ya hacíamos pequeñas remodelaciones y seguíamos en la escuela. Al ver la oportunidad que se estaba gestando, invertimos lo que teníamos ahorrado de capital para rentar, porque desde el principio fijamos como estrategia el ahorro, sólo tomábamos parte para gastos personales y el resto se guardaba. Nos autocapitalizamos de 2010 a 2012, y ahí fue el momento de crecer, aunque parte del equipo y muebles los llevamos de nuestra casa.

¿Cómo influyó su juventud en el proceso de emprendimiento?, ¿fue fácil o complejo y por qué?

Como todo emprendedor inicias con entusiasmo, pero con miedo. Lo que nos ayudó fue que al ser tres, la responsabilidad era compartida y también las soluciones. Al principio íbamos los tres a presentar todos los proyectos, luego que entendimos mejor el negocio, nos organizamos y asignamos responsables para que atiendan las citas. Afortunadamente tuvimos la confianza de los clientes y los primeros son los que más la tienen, ya que sabían que éramos nuevos y creyeron en nosotros. Creo que hay algo de espejo emocional, porque si te ven entusiasmado por su proyecto, ellos igual se emocionan y se involucran, confían y pagan lo que vale, especialmente porque siempre damos el plus, aquello que creían que no se podría integrar a su proyecto, nosotros lo hacemos. Obviamente tuvimos errores, pero aprendimos y seguimos aprendiendo.

¿Qué valor le dan al equipo de trabajo y qué tan importante es saber quién formará parte y cuál es su perfil?

A las personas que elegimos como colaboradores, desde quienes hacen los planos, carpinteros, proveedores, etcétera, buscamos que sean pacientes, comprometidos y de trato humano, que estén en sintonía con nuestro ideal de satisfacción del cliente, porque ese espacio que construimos es el que formará parte de la vida de las personas que nos confían su proyecto. 

¿Cuáles son los siguientes pasos para su negocio?

A corto plazo invertir en formación, cursos para actualizarnos, especializarnos y dar un mejor servicio, porque hemos crecido, pero necesitamos dar más pasos y aprender nuevas dinámicas de trabajo para ser mejores. También queremos integrar practicantes que tengan esa misma visión que nosotros, para incubar ideas y delegar responsables para su desarrollo.

A mediano plazo, hacer mejoras del espacio donde trabajábamos, ampliar el lugar para que sea un taller, haya una mesa redonda para el desarrollo de ideas, en fin, en divergencia. A largo plazo, tenemos la visión de lograr el nivel de satisfacción con cada cliente, a una escala mayor en la vivienda en serie; pueden ser pequeños fraccionamientos que respondan mejor al clima, a la parte ecológica, psicológica y hasta emocional de las personas para que sean sus pequeños paraísos; no deben ser caros, porque como decía el arquitecto Ricardo Legorreta: “El verdadero lujo está en el espacio”.

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