Cambió el Braille por correr y jugar con muñecas

Los médicos no acertaban con el diagnóstico y recomendaron llevar a la niña a una escuela para ciegos. Recuperó un 90% de la visión.

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Karol y su madre terminaron su peregrinar con doctores hasta que le realizaron una cirugía para reemplazar la molécula de los ojos que no funcionaba bien. (Milenio Novedades)
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Cecilia Ricárdez/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- Con la visión casi perdida, pero con la esperanza aún latente, Karol, de entonces seis años, y su madre, la doctora Ana Luisa López Bozada, conocieron la medicina genómica luego de un vía crucis con especialistas que no podían explicar el motivo por el cual la pequeña no veía bien, y ya requería de clases especiales para aprender Braille para seguir estudiando la primaria.

Tras un certero diagnóstico realizado por especialistas de atrofias de la retina, Karol fue operada y recuperó la visión. Atrás quedaron los días de sombras, y desde entonces tiene la afición de cualquier niña de su edad: jugar y ser feliz.

Originarias de Campeche, visitaron profesionales de salud tanto de su Estado como de la Ciudad de México, hasta que se enteraron que en Mérida se practicaba la terapia génica y pudo formar parte del grupo de pacientes que fueron llevados a Estados Unidos por la doctora Adda Villanueva para comenzar un proceso de diagnóstico y posteriormente el tratamiento que les devolvería la luz a sus ojos.

Desde que era una bebé Karol, su madre notó algo atípico, sentía que su hija no la veía, no fijaba su mirada en su rostro, como lo hacen de manera natural los niños de brazos. Con esta duda acudió a un médico, pero luego de una revisión no encontró nada anormal.

Con la inquietud y la angustia por no explicarse lo que sucedía, continuó buscando respuestas con los doctores, quienes incluso con una falta de tacto le insinuaron que el problema era producto de su imaginación, ya que la pequeña estaba bien de salud.

Ana Luisa, a pesar de ser médico familiar, no lograba entenderse con sus colegas y el tiempo pasaba y notaba que su hija iba perdiendo visión. En su peregrinar incluso llegó con un neuropediatra y de nuevo no encontró nada.

“Pensaban que yo estaba loca, porque decían que no veían algo anormal y yo notaba que sí. Luego regresé con los doctores, comprobándoles que la niña no veía bien, y por fin comprobaron que lo que les decía era real. Así anduve, de Campeche al DF; regresé a mi ciudad, pero los médicos no me dieron diagnóstico, lo único que me recomendaron es llevarla a una escuela para ciegos porque no había más que hacer.

"Cuando Karol cumplió seis años, casi no veía, sólo sombras, y en Mérida un médico retinólogo, a la tercera consulta, nos dijo que no sabía que tenía la niña, pero nos contactó con la doctora Adda y así comenzamos el proceso”, recordó.

Hace tres años le fue practicada una cirugía para reemplazar la molécula que no funcionaba bien y Karol recuperó el 70 por ciento de su visión a las 48 horas de la intervención, ahora ha alcanzado casi el 90 por ciento.

“El mejor regalo de la vida es ver a los hijos felices”, expresa Ana Luisa López Bozada, madre de Karol, ahora de nueve años, quien cambió el Braille por correr y jugar con muñecas. 

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