Saben que 'dependen de la suerte y los milagros' (fotos y video)

La jornada de los pescadores de pepino de mar comienza a las 4:30 de la madrugada... y solo esperan regresar con vida.

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Cuando empieza a despuntar el alba, los pescadores ya están listos para zarpar a la pesca del preciado pepino de mar. (José Acosta/SIPSE)
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Ana Hernández/José Acosta/SIPSE
MÉRIDA, Yuc.- Aún está oscuro, apenas hay luces de las lámparas y los autos que llegan a la playa. Sin embargo, los pescadores se mueven sin mayor problema, saben dónde están sus embarcaciones y caminan cargando las provisiones e insumos que requerirán en cada viaje.

La cita es a las 4:30 horas. Conforme la luz se perfila en el horizonte, las sombras de los navíos muestran la fila de las embarcaciones listas para salir a la captura del pepino de mar.

Poco a poco hay más personas. Llega un camión con hielo, insumo esencial para la actividad, pues una vez que el producto sea eviscerado, mientras llega a la embarcación, se mete a la nevera para conservarlo hasta que llegan al puerto donde será sanchocado, luego se secará y se colocará en otro contenedor con sal para prepararlo rumbo a la planta empacadora.

Ahí hay 60 embarcaciones que tienen permiso para la pesca de este equinodermo; las solicitudes fueron gestionadas a través de 18 cooperativas en Progreso. Comienzan a cargar la gasolina para el viaje, revisan las mangueras y las compresoras.

A las cinco de la mañana, cuando el cielo comienza a pintarse de colores fascinantes, conforme el Sol comienza a aparecer, mostrando las sombras de las embarcaciones alargadas y con formas caprichosas, inicia el día para los hombres de mar.

En busca del preciado producto

Las voces de los capitanes de cada embarcación “inundan” la playa con indicaciones para soltar los amarres y levantar anclas; es el momento de partir, subimos todos en busca del preciado producto...

En la primera inmersión, a unas cinco brazas, no hay especies aprovechables; la segunda es a mayor profundidad, a 15 millas de Progreso; a esa distancia ya no se observa el puerto, los hombres de mar se guían por conocimiento de instrumentos y el Sol.

Ahí están todos, el “manguerero”, no es el nombre correcto, pero así se denomina al que se encarga de revisar que el compresor y las mangueras que usarán los buzos estén en buen estado, que la mezcla de gases cuando buceen sea la correcta. 

También está el “destripador”, que le saca las entrañas a los pepinos de mar conforme llegan a la embarcación; es una labor compleja; buzos y compañeros saben que hay varias especies del equinodermo ahí abajo, pero no todas sirven, algunos son tóxicos; les interesa el Isostichopusbadio-notus (de color café), el Holothuria floridana (negro) y el Holoturia mexicana.

Mientras la lancha avanza, los buzos van acostados en el fondo, tranquilos, no olvidan elevar sus plegarias cada vez que bajan. Saben que dependen de la suerte y de los milagros, pues desconocen qué encontrarán abajo aunque lleven un arpón para protegerse o capturar alguna especie. No saben qué pasará; sólo esperan salir sanos y regresar con vida.

El capitán está pendiente del tiempo cada vez que bajan, es fundamental, porque si encuentran un buen banco y los buzos se entusiasman se les debe recordar que no pueden hacer mucho tiempo; sólo les queda marcar con el GPS para regresar al día siguiente, si es que otros pescadores, incluso los ilegales, no llegan antes.

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