La yucateca que cruzó fronteras para ayudar a los demás

“Sólo es cuestión de perder el miedo”, afirma Leonor Arrigunaga Arceo, quien el altruismo la llevó a Camboya y Perú para enseñar a niños.

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La joven Leonor Arrigunaga Arceo realizó su voluntariado en Campoya y Perú. "Es una experiencia me permitieron crecer como ser humano", afirmó. (Milenio Novedades)
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Alicia Carrasco/SIPSE
MÉRIDA, Yucatán.- Leonor Arrigunaga Arceo, de 28 años, es una de las yucatecas que comparte su lado humanitario en otras partes del mundo; su necesidad por ayudar y conocer culturas diferentes la llevó a Camboya y a Perú, donde obtuvo experiencias que le permitieron crecer como ser humano y ampliar su mente.

¿Cómo inició esta aventura?

Trabajaba en un laboratorio, pero quise cerrar ese ciclo en el ámbito empresarial y decidí buscar algo de voluntariado; siempre estuve involucrada en el tema de misiones. No sabía por dónde empezar, así que busqué en internet y encontré un montón de opciones, pero elegí la más viable, pues existen muchas que son muy caras.

¿Y luego qué pasó?

Encontré U Belong, que es muy accesible y tienen sede en muchos países, fue así como viaje a Camboya, que está en Asia, quise el país más lejano y en menos de un mes llegue al lugar. Allá estuve dos meses.

¿Cuál es el proceso?

Uno pasa primero por filtros, donde las personas encargadas te realizan un cuestionario de por qué quieres ser voluntario y se selecciona según los proyectos que tengan los países. Lo más tardado, son las visas.

Se puede ser voluntario desde los 18 años en adelante. Lo que pagué fueron 700 dólares por mi estancia de dos meses, que es el hospedaje y las tres comidas, y por cuenta propia corre el boleto de avión y el costo de la visa.

Puedes escoger a partir de una semana, seis meses o hasta un año, se puede trabajar en diferentes partes del mundo en los diversos proyectos.

¿Cuál fue la reacción de tu familia?

Mi familia tenía mucho miedo, sobre todo por la trata de mujeres y todos los temores que van de generación en generación, y por las cosas que vemos a través de las películas, pero sólo es la ignorancia. Obviamente, en todos lados se deben tomar precauciones.

¿Qué beneficios te trajo como persona?

Muchísimos. Había algo en mí que no había salido, quizá por la cultura, la rutina, y aunque hay muchos proyectos dónde ayudar en Yucatán, salir y estar sola en otro lugar donde no hablan tu idioma y te las debes arreglar sola, aunque tengas el asesoramiento de U Belong, te hace crecer como personas.

Ves que hay otros tipos de pobreza, de cultura, te llena y fortalece, refuerza tus valores, tu mente se abre, entre otras cosas; es un despertar completo.

¿Qué hacías en Camboya?

En la mañana daba clases de inglés en una escuelita a niños de allá, y en la tarde me iba a un orfanato de menores con VIH; esta es una experiencia más, porque ya no eres un turista, eres parte de la cultura, todo depende de ti y de cómo estés abierta a involucrarte, pero el hecho de quedarte te hace parte del lugar.

¿Cuáles fueron los primeros obstáculos?

Creo que el idioma siempre es la principal barrera, en el aeropuerto de Tokyo no entendía nada del inglés en el que me hablaban, pero desde aquí busque frases para memorizar, desde ¿dónde está el baño?, hasta ¿cuánto cuesta?, para no llegar tan perdida.

La experiencia fue tan buena y tan costeable, que al siguiente año me fui a Cusco, en Perú.

Personal de la asociación va por ti al aeropuerto, te ofrece una introducción a la cultura, qué hacer y qué no; te dan a conocer el proyecto y están pendientes de ti todo el tiempo. 

¿Qué recomendaciones das a las personas que quieran vivir esta experiencia?

Sólo es cuestión de perder el miedo, porque cuando escuchas que alguien más lo hace, se animan, pues no es difícil.

Si se tiene la facilidad antes de ir se recomienda aprender el idioma, respetar la cultura y procurar adaptarse, ir con la mente abierta, pues se va a aportar algo a la cultura, pero uno siempre termina recibiendo más.

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