Cada 4 horas un yucateco se va en busca del sueño americano

Este año 2,284 paisanos dejaron su tierra natal en busca de mejores condiciones económicas. Fueron deportados casi mil de ellos.

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De Oxkutzcab, Buctzotz, Hocabá, Sacalum, Motul, Akil, Cenotillo y Dzidzantún, son los yucatecos que más emigran a EU. (Milenio Novedades)
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Israel Cárdenas/SIPSE
MÉRIDA, Yucatán.- Ante el reforzamiento de los operativos de seguridad por parte de Migración de Estados Unidos en la frontera con México, y ante las escasas oportunidades económicas de familias mexicanas, entre ellas las yucatecas, muchas personas desafían peligros para cruzar la frontera, pero pocas logran alcanzar el anhelado sueño americano.

Tan sólo este año, EU deportó a 980 ciudadanos de Yucatán que intentaron cruzar el límite fronterizo en busca de mejores oportunidades económicas, según reciente información proporcionada por el Instituto para el Desarrollo de la Cultura Maya del Gobierno del Estado.

La dependencia también reveló que se registraron al menos cuatro repatriaciones de paisanos que fallecieron en los Estados Unidos.

Y es que cada día cruzan la frontera seis yucatecos con la esperanza de mejorar sus condiciones, con base en estadísticas del Consejo Estatal de Población (Coespo), que reportó que este año han abandonado la entidad dos mil 284 yucatecos, en su mayoría de los municipios de Oxkutzcab, Akil, Buctzotz, Hocabá, Motul, Sacalum, Cenotillo y Dzidzantún.

Casos como el de Felipe Jonadab Cauich Góngora, originario de Oxkutzcab, que tras cumplir su sueño americano en San Francisco, California, ahora regresa a Yucatán con el anhelo de convivir con su familia; o de José Luciano Mis Ucán, quien a sus 23 años acaba de iniciar su sueño en el vecino del norte, o de Martina de Jesús Paz Novelo, quien luego de estar al borde de la muerte tres veces por cruzar como ilegal la frontera, ahora es dueña de un restaurante en la mejor zona de San Francisco, son excepcionales.

'Estuve al borde de la muerte tres veces'

Martina de Jesús Paz Novelo, originaria de Oxkutzcab, en tres ocasiones estuvo a punto de morir por la falta de comida y el inclemente sol de la frontera entre México y Estados Unidos, a donde llegó como indocumentada junto con su esposo e hijo, y sólo con la ropa que portaban.

Hoy, nueve años después, es dueña de un restaurante de comida yucateca en el downtown de San Francisco, California, uno de los centros financieros más importantes del vecino país del norte.

“Entré a Estados Unidos por medio de Arizona, fue muy difícil, estuve al borde de la muerte tres veces por el intenso sol y la falta de agua; a raíz de eso padezco de presión alta. Mi hijo, de nueve años, quedó deshidratado, sin comida y sin nada. No fue fácil y recordarlo es horrible”, relató.

“No teníamos ni comida, ni agua. La caminata que emprendimos fue demasiada, empezamos un martes 25 de abril y cruzamos el sábado 29 por la noche. Fue demasiado difícil, pensábamos que no llegaríamos, pero mi fe hacia Dios nunca se perdió, seguía rezando que nos ayudara a cruzar”, rememoró.

Entrevistada en su negocio “Restaurante Doña Martha”, precisó que llegó a San Francisco el 1 de mayo y que en su primer empleo fue explotada, ya que trabajaba siete horas por 20 dólares al día, “no llegaba ni siquiera al salario mínimo, pero necesitaba el dinero porque no teníamos ni qué comer. Durante mes y medio dormimos en el piso, no teníamos ni ropa”.

Su esposo, Luis Ba, de 42 años, consiguió un empleo y ambos tuvieron la iniciativa de ahorrar para fortalecerse económicamente y garantizar un futuro a sus hijos Luis y Diana.

“Empecé entregando comida a restaurantes. Llevamos cuatro años con este negocio. Los encargados eran indúes, pero ahora nosotros lo administramos. Gracias a Dios nos hemos levantado y ahora tenemos esta fuente de ingresos en la mejor zona de San Francisco”, dijo.

Martina de Jesús, de 43 años, estudió inglés para comunicarse fluidamente con los comensales, y que para ofrecer una opción diferente apostó por lo que domina: la comida yucateca, aprovechando que en aquella ciudad hay un número importante de paisanos.

“Mis principales clientes son los gringos, chinos y yucatecos. Los gabachos han venido a pedirme que les revele las recetas de nuestros platillos, quieren nuestras tradiciones, porque ya están hartos de lo mismo”, mencionó.

Pero su secreto, reveló, es ponerle mucho amor y no dejarse vencer por nada en la vida. 

'Mi primer trabajo, como el de cualquiera: lavaplatos'

Aunque en ningún momento fue detectado por la Migra y vivió en el “anonimato” durante cinco años, Felipe Jonadab Cauich Góngora, tras cumplir su sueño americano emprendió el retorno a su tierra, Yucatán, por voluntad propia con el único motivo de reunirse con su familia.

El jueves 19 de diciembre, a las 10:00 horas en San Francisco, California, el presidente de la Federación de Clubes Yucatecos del Norte de California, Ángel Granados Ontiveros, se dispuso a ir al departamento de Felipe Cauich, para trasladarlo al aeropuerto de San Francisco y tomar el vuelo de las 13 horas con escala en el Distrito Federal, para emprender el retorno a su natal Oxkutzcab, de donde salió hace 14 años.

Nervioso, con chamarra de color negro, una boina y dos maletas grandes, subió a la camioneta y en cuestión de minutos llegó al aeropuerto, la primera vez que visitaba esta terminal desde que llegó. “Llegué como todos los migrantes, de mojado; entré por Aguas Negras, cerca de Ciudad Juárez; entré a la primera que lo intenté, no me agarró la Migra; cuatro días hice de Yucatán hasta San Francisco;  el cruce me costó 31 mil pesos”, recordó.

Indicó que “primero nos dejaron en la frontera y después me subieron a un coche donde venían muchos más como yo, éramos como 15 personas. Aquí en San Francisco tuve mi primer trabajo, el cual fue como el de cualquiera: lavaplatos, lo desempeñé durante un año. En los últimos años sólo cocinaba, trabajada en un restaurante italiano, a eso me dediqué, así prospera uno”.

Satisfecho por cumplir su sueño americano, Felipe Jonadab Cauich destacó que con sus ganancias construyó una casa, “tengo unas cosas que valieron la pena; tengo hijos con los que quiero pasar las fiestas de fin de año e iniciar 2014”.

“Mi hijo tenía ocho meses cuando salí de Yucatán. Con mi trabajo en Estados Unidos obtuve muchas cosas, como mi casa con dos cuartos, sala, cocina, baño y comedor. De aquí envié mi camioneta Ford Explorer y está conservada. También compré un terreno; hice poquito, pero es algo; tengo un mototaxi, con eso trabajaré después de haber cumplido mi sueño”, confió.

Vive una odisea para llegar a tierra prometida

José Luciano Mis Ucán cumplió 23 años el pasado 13 de diciembre, y es en este mes que además de festejarlo también consumó un sueño: llegar a Estados Unidos con la finalidad de obtener un ingreso con el cual apoyar a su familia, ya que sólo tener estudios de primaria y tras la situación económica en su natal Oxkutzcab, no le permitía salir adelante. 

Este joven, que trabajaba en un rancho atendiendo ganado, ya contaba con familiares trabajando en Estados Unidos: sus dos hermanos, quienes entre otras cosas ya tienen casa en Yucatán, experiencias que lo motivaron a buscar su propio sueño.

Fue hasta que su cuñado Antonio Dzib lo convenció de irse que se encaminó al vecino país del norte, a pesar de los peligros. Primero contactó un pollero y pagó unos 80 mil pesos para conseguir el “sueño americano”, y con esto cambiar su vida.

Y su historia continuó: fue enviado a una casa donde llegan los migrantes esperando que los levanten para llevarlos a Phoenix, Arizona, en un camión, pero no los llevaron por esa vía, ya que había retén de migración, por lo que caminó en el monte durante seis días para llegar a Tucson, sólo comía atún, agua y los víveres que pudo llevar en su mochila.

También se untaba ajo en el pantalón y en los pies para que no se le acercaran las víboras. “Después de la travesía, al llegar nos cayó la Migra y junto con el grupo me llevaron a la cárcel de El Paso, Texas, donde estuve encerrado 16 días. Llegó un avión del consulado de migración de México, me preguntaron mis datos y me mandaron al Distrito Federal, donde pude comunicarme con mi familia”.

Y así lo intentó varias veces hasta llegar a su cuarta ocasión, con otro guía, caminó tres días en un paso corto, cruzando la frontera en un sitio de tráileres la Migra los interceptó, los integrantes del grupo corrieron, él se metió debajo de un tráiler, y a pesar de que se inspeccionó el lugar, no lo vieron. Ahí se quedó solo, sin celular. 

Al amanecer decidió caminar hasta llegar a los Estados Unidos sin conocer nada ni a nadie. Vio una gasolinera y se encontró a un paisano que le preguntó si acababa de llegar, ya que tenía la ropa sucia, y le dijo que se cambie. Pasó otro paisano y le habló a unos contactos que le dijeron que en dos horas iban por él.  

Se escondió, relata, fueron las dos horas más largas de su vida, hasta que llegaron dos jóvenes, compraron en la tienda y lo llevaron a una casa en Tucson, donde le dieron de comer y un lugar de descanso para, posteriormente, entrar a la cajuela de un carro hasta llegar a San Francisco, California.

Sus familiares depositaron los 80 mil pesos. Fueron dos meses de enfrentar a la muerte, pero cuando vio a su hermana y le dio un abrazo, pensó que todo había valido la pena.

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