Auschwitz, la máxima expresión del horror humano

Ahí se encuentran montañas de cabellos que incluso fueron utilizados para elaborar telas 'muy bien producidas'.

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En Auchswitz quedan mudos testigos de los horrores que vivieron decenas de miles de judíos antes de ser asesinados por el régimen nazi. (Notimex)
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Agencias
AUSCHWITZ, Polonia.- Un millón 300 mil seres humanos fueron asesinados entre 1940 y 1945 en Auschwitz, el mayor campo de concentración nazi durante la Segunda Guerra Mundial, que se ha convertido en el emblema del horror que fue la industrialización del genocidio perpetrado por la Alemania de Adolfo Hitler.

Los nazis en Auschwitz no solamente asesinaron a los prisioneros en forma masiva sino que además aprovecharon las partes de sus cuerpos y de sus posesiones que podían tener algún valor económico. Los cadáveres eran despojados del pelo, de los dientes para extraerles el oro, y su ropa.

Probablemente una de las imágenes más impresionantes de Auschwitz, y que da una idea de lo que fue, es una tela hecha con cabellos humanos, de los que hay montañas en ese campo de concentración.

Detrás de una vidriera, se muestra una tela para recubrir sofás, hecha exclusivamente de cabellos humanos. Un tejido pardo, grueso y flexible, con el aspecto de una tela muy bien producida, homogénea en su tejido y en su color. La diferencia es que en vez de hilo y fibra solo está elaborada con cabello humano.

Narraciones no confirmadas de refugiados europeos que huyeron a México en esos años, contaron de pantallas de lámparas hechas con piel humana así como jabones, para cuya elaboración se usó grasa humana.

Silencioso horror

Por respeto a las víctimas que ahí perecieron, los directivos del Memorial de Auschwitz no permiten fotografiar o filmar las montañas de pelo que llenan la mitad de una amplia habitación rectangular en una barraca de Auschwitz, ni tampoco los hornos crematorios.

Pero ahí están, dando el testimonio de un horror mudo. Todo fue cuidadosamente seleccionado, acumulado, pesado, medido y vendido: las maletas, los zapatos, los lentes, los cepillos y las vasijas de metal para comer.

En una placa dentro de uno de los bloques de Auschwitz se precisa que en ese campo de concentración perdieron la vida un millón 100 mil judíos, entre 140 mil y 150 mil polacos, 23 mil gitanos, 15 mil prisioneros soviéticos de guerra y 25 mil personas procedentes de otros grupos étnicos.

Aproximadamente el 90 por ciento de las víctimas de Auschwitz fueron judíos y fueron asesinados principalmente en las cámaras de gas. Pero no fue el único método para matar en ese campo, sino también el paredón, conocido en esos días en el campo de concentración como “la pared negra”.

Cobraron también numerosas vidas la inanición, los experimentos “científicos” de médicos alemanes con seres humanos vivos, que iban desde amputar, esterilizar, medir lo que un cuerpo humano tarda en morir si se lo ahoga, la práctica de la eutanasia y el trato brutal de los comandantes contra los prisioneros.

Los presos tenían además otro bien al que los nazis sacaron gran partido económico en los campos de concentración: su fuerza física para que trabajaran como esclavos. Los enfermos y los incapacitados para trabajar eran ejecutados enseguida con inyecciones de veneno.

La industria alemana usaba a los prisioneros para producir principalmente armamento para los ejércitos nazis. Trabajaban de sol a sol con una alimentación ínfima, hasta que el desgaste físico los mataba.

Mezcla macabra

En el libro “Auschwitz–Testimonios y Reportes”, donde se recogen las experiencias de sobrevivientes de ese campo en los años posteriores a la liberación, uno de ellos narra que no era extraño llegar al otro día al lugar en que uno trabajaba en ese campo, y encontrar restos de masa cerebral humana.

Todos los prisioneros en ese campo vivieron cada minuto con la incertidumbre de si iban a vivir al minuto siguiente porque no se necesitaban argumentos para matarlos de repente de una u otra manera: a palos o a balazos. O directo a la cámara de gas. Y los mismos prisioneros tenían que sacar los cuerpos sin vida, transportarlos a los hornos y sacar las cenizas.

Todo eso tenía como telón de fondo música, ya que al aire libre una orquesta interpretaba piezas clásicas, operísticas o canciones tradicionales alemanas. Una mezcla macabra.

En Auschwitz se muestra actualmente una urna transparente con cenizas de prisioneros recogidas en los hornos crematorios de ese campo de concentración. Una urna cónica en un nicho que contiene un polvo grisáceo. Está colocada poco después de cruzar el dintel de la barraca de entrada.

Las barracas en donde vivían los prisioneros en Auschwitz parecen ahora espacios amplios y limpios, pero las condiciones de vida eran catastróficas cuando vivían amontonados en ellas más personas de las que caben normalmente en una habitación de ese tamaño.

Muchos de los prisioneros se veían obligados a subir al techo de tablones para hacer sus necesidades porque la infraestructura sanitaria era ínfima. Los excrementos caían a los pisos de las barracas. En ellas había hedor, oscuridad, hambre y miedo.

Asesinato masivo

En junio de 1940, los nazis empezaron la deportación de polacos a Auschwitz (entre 140 mil y 150 mil), en el verano de 1941 empezó la de 25 mil prisioneros de varias nacionalidades. En marzo de 1942 empezó la deportación masiva de un millón 100 mil judíos.

Auschwitz empezó a cumplir con dos funciones a partir de 1940: como campo de concentración de prisioneros de los nazis y como sede del Holocausto, que de acuerdo con una placa en ese lugar, ha sido “el mayor asesinato masivo en la Historia de la Humanidad”.

La construcción de Auschwitz la ordenó Heinrich Himmler en 1940 en su calidad de alto funcionario del NSDAP (Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores), cuya cabeza era Adolfo Hitler. Las SS era un órgano de ese partido. Eran escuadras paramilitares para defender al NSDAP, así como su banda de golpeadores.

Las SS fueron puestas a cargo de los campos de concentración nazis. Bajo sus órdenes fueron colocados delincuentes del orden común de cárceles alemanas, que en los campos de concentración asumieron el cargo de “capos” (ese era el términos con los que eran designados), para llevar a cabo las tareas de vigilancia y de sometimiento de los prisioneros

Rudol Höss fue el comandante de Auschwitz. En marzo de 1941, Himmler le ordenó ampliar el campo de concentración para recibir un nuevo “cargamento” de 30 mil prisioneros. 10 mil de ellos iban a laborar en las fábricas de la empresa Buna Werke, que trabajaba el caucho.

Solución final

A dos kilómetros de Auschwitz se construyó entonces Auschwitz-Birkenau. Buna Werke sigue existiendo y funcionando como industria. Un amplio número de las empresas alemanas cuyos nombres resuenan en el mundo como sinónimo de calidad, hicieron fortunas con el trabajo de los esclavos de los nazis y siguen existiendo.

Himmler informó que el proyecto era establecer todo un cinturón de industria militar cerca de Auschwitz-Birkenau.

A mediados de 1941, Hermann Göring, quien era el jefe de la Fuerza Aérea de Hitler y uno de los políticos nazis más influyentes, dio la orden de que se preparara la así llamada “solución final de la cuestión judía”.

Había de pasar todavía cuatro años, antes de que el 27 de enero de 1945 el Ejército Rojo de la Unión Soviética liberara Auschwitz. La Alemania nazi había perdido la guerra, y lo soldados soviéticos encontraron seres humanos reducidos a su mínima expresión corporal, macerados y esqueléticos. Los comandantes y capos nazis ya habían huido.

(Información de Notimex)

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