Monseñor Óscar Arnulfo Romero, el primer beato salvadoreño

Los feligreses viven una gran celebración tras el evento, en el cual se congregaron decenas de miles de personas.

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Miles de peregrinos se congregan para la ceremonia de beatificación de monseñor Oscar Romero en San Salvador, El Salvador. (Agencias)
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Agencias
SAN SALVADOR, El salvador.- Decenas de miles de salvadoreños se congregaron en una plaza de la capital salvadoreña para participar en el acto de beatificación de monseñor Óscar Arnulfo Romero, presidido por el Prefecto de la Congregación de la Causa de los Santos del Vaticano, cardenal Angelo Amato.

Los organizadores esperaban la participación de más de 260 mil personas entre invitados especiales e integrantes de las comunidades eclesiales de diferentes puntos del país y del extranjero.

El arzobispo de San Salvador, monseñor José Luis Escobar Alas, leyó la petición de beatificación enviada hace más de una década al Vaticano, mientras el postulador de la causa en la Santa Sede Vicenzo Paglia leyó una biografía de Romero.

Entre los invitados especiales se encontraban el expresidente Alfredo Cristiani, el primer mandatario de la derechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena). Durante su mandato (1989-1994) se firmaron los acuerdos de paz que pusieron fin a la guerra civil y se emitió una ley de amnistía para todos los responsables de las violaciones a los derechos humanos, entre ellos los autores intelectuales y materiales del magnicidio de Romero.

También participó el diputado de Arena Roberto d'Aubuisson, hijo del mayor del ejército del mismo nombre acusado por una Comisión de la Verdad de Naciones Unidas de ser el autor intelectual del asesinato del arzobispo.

Muchos feligreses acamparon en los alrededores de la plaza la noche anterior y celebraron una vigilia con la participación de sacerdotes y una misa oficiada por el cardenal hondureño Oscar Rodríguez Maradiaga.

"Podrán matar al profeta, pero no la voz de la justicia, su voz nunca la van a callar", entonaron los feligreses de la parroquia de la Señora de La Asunción, de uno de los suburbios del norte de la capital.

"Sus palabras quedarán para la eternidad", dijo a The Associated Press Marlene Sánchez, una empleada de 26 años.

Se veía a jóvenes, la mayoría nacidos después del asesinato del arzobispo, pero que relataban que conocieron la vida y muerte de Romero a través de sus abuelos, padres y las parroquias de las comunidades.

Para el seminarista hondureño Carlos Zavala, de 24 años, monseñor Romero "ha influenciado la labor pastoral en América Latina para ponerla al servicio del pueblo... estoy emocionadísimo y estamos aquí enfrente del templete donde será la beatificación".

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