La tierra de la felicidad amenazada por la sequía

Los brasileños quieren alegría de Carnaval pese a la falta de agua y cortes de luz que afectan a casas, comercios e industrias.

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La escasez de agua genera pérdidas a ganaderos y agricultores, hoteleros y restauranteros. (Archivo/SIPSE)
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Agencias
BRASILIA, Brasil.- Brasil, conocido como “la tierra de la felicidad, la samba y pandero”, vive un verano climático e históricamente excepcional y en estados como Sao Paulo y Río de Janeiro, los más afectados por la sequía, aún no se decide recurrir al racionamiento de agua, según informó Notimex.

En Sao Paulo las autoridades evalúan la situación y lo que se hizo fue garantizar el aumento de la oferta de agua donde fuera posible, ligando el sistema hídrico de Cantareira a otros que regulan su abastecimiento. Así, la decisión que se tome es más técnica que política.

A petición del gobernador de Sao Paulo, Gerardo Alckmin, la mandataria de Brasil, Dilma Roussef -pese a estar inmersa en una crisis debido al escándalo de corrupción en la empresa Petrobras, que obligó a renunciar a su presidenta Gracia Foster, el pasado 3 de febrero- prometió ayuda y adelantó que buscará métodos para llevar agua al estado.

La sequía ya afecta a toda la región del sureste, que incluye Río de Janeiro y Minas Gerais, además de que las obras para traer agua de otras áreas del país estarían listas para fin de año, cuando empresas especializadas en recursos hídricos presenten propuestas para poder superar futuras crisis.

Hay la idea de empezar a utilizar el agua de la presa Billings en Sao Paulo, que, aunque está contaminada, podría servir para satisfacer algunas necesidades.

Sao Paulo y Río de Janeiro, las mayores ciudades de Brasil -considerándose la suma de las dos regiones metropolitanas se llega a la cifra cercana a los 30 millones de habitantes-, viven escenarios tensos, en el verano más seco y caliente del último siglo, solamente similar al de 1989.

Las reservas de agua de ambas capitales estatales están agotadas y Minas Gerais sigue el mismo camino, únicamente con “reservas técnicas”, mientras que en el tradicionalmente reseco nordeste éstas están en sus niveles mínimos.

A menos que llueva pronto, y mucho, el racionamiento será inevitable en los tres estados más ricos de Brasil, con todas sus consecuencias para una economía que, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), solamente superará un 0.3 por ciento de crecimiento.

Para empeorar la situación, la sequía encarece los alimentos, perjudica la industria y afecta sin remedio el precio de la electricidad, provocando una inflación cercana al 7.0 por ciento, el límite tolerado por el gobierno.

Entre otros números adversos, se reveló que 2014 cerró con la economía paralizada y con el reporte de que Brasil, país emergente que asombraba al mundo en el decenio anterior, tendrá cifras raquíticas, debido en parte a que las industrias de Río, Sao Paulo y Minas Gerais disminuyeron su actividad para ahorrar agua.

Su escasez ha provocado pérdidas a ganaderos y agricultores, hoteleros y restauranteros y, ante ello, los brasileños devotos recurren a hacer demandas religiosas porque no resisten las temperaturas provocadas por lo que llaman “infierno astral”.

“Que Dios nos perdone por nuestros pecados contra el planeta”, dicen la feligresía de Sao Paulo, la ciudad fundada en la planicie de Piratininga en 1554 por los frailes jesuitas Manuel da Nóbrega y José Anchieta, sin imaginar que ahí surgiría la mayor urbe de Brasil y América del Sur.

Hay rezos para que las reservas acuíferas se recuperen; pero la temporada de lluvias ya pasó y no hay pronósticos mejores, según el Centro Nacional de Monitoreo y Alertas de Desastres Naturales, al explicar las fallas del sistema paulista de presión del agua.

Los gobiernos estatales, se quejan los ciudadanos, tienen su dosis de responsabilidad, como en Brasilia, donde en ocho años fueron construidos generadores de energía impulsados por el viento; pero de producción baja, porque no fueron tendidas las torres y los cables de transmisión que producen energía que se pierde.

Mientras tanto, los brasileños quieren alegría de Carnaval, a sabiendas de que existen pérdidas económicas graves, producidas por la falta de agua y cortes de luz que afectan a las casas, condominios y comercios, a industrias y otros negocios, imponiéndose el racionamiento formal.

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