Chad, otra víctima del conflicto nigeriano

Ante la cantidad de nigerianos que huyeron a ese país, el grupo islamista ha comenzado a atacar la zona.

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Una mujer en la orilla chadiana del lago Chad, de la que muchos de sus habitantes han huido hacia el interior del país. (EFE)
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EFE
BAGA SOLA, Chad.- "Chad es un rehén del conflicto nigeriano", resume a Efe con cierto resquemor el subprefecto de Baga Sola, el último gran pueblo chadiano junto al lago que han cruzado miles de refugiados. En los últimos meses, Chad ha visto cómo el conflicto con Boko Haram se colaba dentro de sus fronteras.

Primero fueron los miles de nigerianos que llegaron a la otra orilla del lago de Chad huyendo de la ola de violencia desatada por el grupo islamista en los alrededores de la ciudad nigeriana de Baga, donde a principios de enero mataron a cientos de personas, y luego llegarían los ataques.

En Ngouboua, la primera aldea chadiana atacada por Boko Haram el pasado 13 de febrero en un asalto que dejó nueve muertos, todavía se pueden ver dos docenas de edificios semiderruidos y recubiertos de hollín que se erigen en la orilla del lago.

"Un grupo de milicianos de Boko Haram llegó en varias canoas de madrugada y atacaron el campamento militar apostado a las afueras. Al ver que había mucha resistencia, decidieron ir al pueblo e incendiaron varios edificios", explica a Efe el comisario de Policía de Ngouboua, Idriss Ibrahim.

El ataque a Ngouboua, al que seguirían otros tres de menor escala, supuso un cambio en la percepción que las autoridades y el pueblo chadiano tenían del conflicto en el noreste de Nigeria.

En ese momento, Chad se preparaba para comenzar una operación a gran escala en territorio nigeriano en coordinación con Nigeria, Camerún y Níger, pero no preveía un deterioro tan repentino de la situación en su lado de la frontera.

La inseguridad en la zona del lago también ha acabado con la agricultura, ya que los campesinos viven con temor a cultivar

"Después del ataque a Ngouboua, unos dos mil chadianos huyeron de la zona del lago y se refugiaron en Baga Sola, en el interior. La mayoría viven en casas de gente local, de la que dependen totalmente para su supervivencia", señala el subprefecto de Baga Sola, Dimouya Souapebe.

Antes del ataque, un campo de refugiados que había en Ngouboua ya había sido trasladado a su emplazamiento actual, cerca de Baga Sola, aumentando de forma exponencial la presión demográfica en esta aldea clave para el comercio entre el oeste de Chad y el resto de zonas de la región que viven del lago.

"Las fronteras con el resto de países están cerradas y hay una escasez de alimentos básicos que, si no se soluciona pronto, creará un problema humanitario muy grave. No hay comercio y los precios de productos como el arroz, la harina o el maíz han subido entre un 25 por ciento y un 40 por ciento", advierte Souapebe.

Un saco de arroz de 50 kilos solía costar unos 21 mil francos (unos 32 euros) y ahora cuesta 26 mil (casi 40 euros), mientras que un saco de maíz ha pasado de 15 mil francos (23 euros) a más de 21 mil.

La inseguridad en la zona del lago también ha acabado con la agricultura, ya que los campesinos viven con temor a cultivar las fértiles tierras que rodean el lago por si Boko Haram decide atacar otra vez. Los pocos que decidieron quedarse todavía pasan las noches escondidos en el bosque como medida de precaución.

En Baga Sola, la situación no es mucho mejor. Los dos mil chadianos que huyeron del lago se alojan con gente local y, como técnicamente no son refugiados, no reciben ningún tipo de ayuda humanitaria, por lo que su sustento proviene de la buena voluntad de sus anfitriones.

Batouma Muhammad tiene 35 años y siete hijos a los que ha criado sola desde que su marido muriera hace ocho años. Ahora, además de alimentar a una familia numerosa, también se hace cargo de otras 15 personas que llegaron hace más de un mes huyendo de Ngouboua.

"Hago lo que puedo para alimentarlos a todos, pero ni el Gobierno ni las ONG me han ayudado a mantenerlos. Antes comíamos tres veces al día, pero ya no nos queda casi nada y ahora solo comemos dos", lamenta Batoume, quien por primera vez ha recibido algo de ayuda de la Cruz Roja de Chad: un saco de sorgo y un bidón de aceite.

Sus posibilidades son escasas: o bien sigue como hasta ahora y alimenta a 15 personas aun a riesgo de poner en peligro el futuro de sus hijos, o bien los echa de su casa y los deja a su suerte, algo que, según explica, no puede ni quiere hacer. Batouma, como Chad, es una rehén del conflicto de Boko Haram. 

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