'No tengo las agallas de comer el pescado del río Doce'

Tras el tsunami de lodo contaminado que ocurrió hace un año, vecinos y expertos medioambientales afirman que las tareas de limpieza han sido mediocres.

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El pescador Deucimar Teixeira Lordes, de pie en la orilla del río Doce, en Mascarenhas, Brasil. Deucimar duda que vuelva a pescar alguna vez en el Doce, debido al enorme tsunami de lodo contaminado que ocurrió hace un año. (AP/Leo Correa)
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Agencias
COLATINA, Brasil.- Un año después de que una presa reventara y provocara un enorme tsunami de lodo contaminado con residuos mineros en uno de los ríos más importantes de Brasil, la gente que vive en sus márgenes no bebe el agua del río y los pescadores no se atreven a comer sus capturas

Más de 10 mil millones de galones (38 mil millones de litros) de lodo sepultaron localidades tras la ruptura de la presa el 5 de noviembre, un suceso descrito como el peor desastre medioambiental en el país más grande de América Latina. Diecinueve personas perecieron.

A lo largo de dos mil hectáreas (cinco mil acres), la oleada de lodo aplastó miles de árboles y animales. En el río murieron más de 14 toneladas de peces, la mayoría después de que se les atorase barro en las branquias. También murieron muchas plantas acuáticas, cuando las turbias aguas bloquearon la luz solar que necesitaban para sobrevivir.


Lazimar Caliari empuja una carretilla con botellas de agua de pozo en Colatina, Brasil. El músico de 53 años está preocupado por la calidad del agua en el río Doce.

El daño medioambiental fue tan grande que incluso un año más tarde, mucha gente de la zona no utiliza para beber ni cocinar el agua de sus grifos porque, a diferencia del agua subterránea, está conectada a una red de embalses a los que llega el río Doce, según publica The Associated Press.

En un día reciente, el trabajador de la construcción Samuel Alves de Andrade estaba entre las personas que hacían fila ante una choza para conseguir agua de pozo extraída de un acuífero en la ciudad de Colatina, unos 655 kilómetros (407 millas) al nordeste de Río de Janeiro.

"El agua es mucho mejor que la que viene del río. Hacemos lo que es mejor para nosotros", dijo mientras llenaba botellas de plástico para su familia.

Los pescadores dicen que se mantienen alejados del río porque siguen encontrando peces con manchas rojas y bultos similares a verrugas, lo que ha llevado a las autoridades medioambientales a iniciar sus propios estudios. Un juez ha ordenado a Samarco -un emprendimiento conjunto de las gigantes Vale de Brasil y BHP Billiton de Australia- que paguen estudios independientes, pero no está claro si se publicarán los resultados.

"Llevo más de 30 años pescando en el río Doce, pero ahora no tengo las agallas de comer ese pescado", dijo Jose de Fatima Lemes, presidente de la cofradía de pescadores de Colatina.


Imagen de una casa en Paracatu, Brasil, destruida el año pasado por un tsunami de lodo provocado por la ruptura de una presa.
 

Las tareas de limpieza de la gran firma minera Samarco han sido lentas e ineficaces, según vecinos y expertos medioambientales.

Sigue habiendo dudas sobre las garantías del gobierno local de que es seguro consumir el agua del río.

"El lodo está en todas las orillas", dijo Andre Dos Santos, biólogo de la Universidad Federal de Sao Carlos, que ha recogido muestras a lo largo del río Doce desde el desastre. "El río nunca será el mismo".

El río Doce, rico en historia y comercio, ha sido una fuente fiable de agua y comida para millones de vecinos y miles de empresas en sus márgenes.

Samarco está avanzando en sus trabajos de limpieza y no ha encontrado ningún problema en la calidad del agua, dijo Maury de Souza Jr., responsable de proyectos sostenibles de la compañía.

Para el Gobierno, una prioridad clave es reforestar las orillas para evitar que la lluvia arrastre de nuevo al río los desperdicios mineros que siguen en la tierra, explicó Ubaldina Isaac, del Ministerio brasileño de Medio Ambiente.

Una mañana reciente, Isaac señaló a algunos arbustos recién plantados que ya habían muerto o se habían visto arrancados incluso antes de la temporada de lluvias en noviembre. Las plantas deberían haber aguantado la estación húmeda, que se prolonga hasta los primeros meses del año.


Un pescador espera a que piquen los peces, sentado en la orilla del río Doce en Colatina, Brasil.

Sin vegetación suficiente, señaló, "no tenemos sistema para controlar los residuos, de modo que siguen fluyendo al río".

El río Doce fue en un principio temido por los buscadores de oro portugueses debido a las dificultades que encontraron para navegar su serpenteante trazado. Pero en el siglo XIX se formaron comunidades a lo largo de su cauce, a través de la densa mata atlántica, y la actividad minera y la ganadería fueron creciendo de forma gradual.

En la actualidad, hay muchos negocios a lo largo del río, como pesca, fabricación de acero y empresas que producen papel y carbón vegetal. Cientos de pescadores que perdieron su modo de vida en el desastre reciben una compensación mensual de unos 400 dólares de Samarco, así como otros 80 dólares por cada persona que depende de ellos. Algunos dicen que antes podían vender pescado por valor de hasta mil 200 dólares al mes.

En una tarde reciente, el pescador Diomar Lordes visitó el río con su hijo y ambos se sentaron en el bote roto de madera que le llevó durante décadas sobre las aguas.

"No tengo esperanza de que vaya a pescar más aquí", dijo Lordes. "Es como si hubiéramos perdido un pariente. Una vida terminó".

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